jueves, 17 de diciembre de 2009

Carta Abierta a los Líderes Soberanistas del PPD

El Partido Popular Democrático (PPD) se encuentra en estos momentos en una encrucijada que definirá el futuro de ese partido y posiblemente el futuro de Puerto Rico. Las posiciones que asuma y las acciones que tome el PPD en los próximos años determinarán si ese partido pierde toda relevancia o, por el contrario, se convierte en una institución política crucial en las aspiraciones de la nación puertorriqueña. Hasta el día de hoy han coexistido dentro del PPD dos corrientes ideológicas que al fin y al cabo resultan irreconciliables. Una de ellas, promulgada por la vieja guardia del partido, representa una mentalidad colonialista, o tal vez debamos decir colonizada, que muy poco le falta para ser anexionista. Son los que se aferran a nuestro presente estatus colonial y repiten estribillos cuasi-anexionistas como “unión permanente”. La otra corriente ideológica que revolotea dentro del PPD como queriendo tomar vuelo, el pensamiento soberanista, representa la esperanza de forjar una amplia alianza de afirmación nacional que le ponga fin al anexionismo en Puerto Rico de una vez por todas y nos saque de nuestra condición colonial.

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A partir del 1998, un discurso de corte soberanista ha ido afianzándose en la posición institucional del PPD. Hasta el momento ese discurso no ha desembocado en ninguna acción tangible que adelante la causa de la soberanía puertorriqueña. Sin embargo, los líderes a quienes dirijo esta misiva han comunicado una visión soberanista que realmente promete un desvío significativo de nuestro status quo colonial. El concepto de “ELA Soberano” aún está un poco tímido, o al menos necesita clarificación, pero sin lugar a dudas representa un paso ideológico en la dirección correcta. Al escuchar a los más sobresalientes líderes soberanistas del partido, se hace patente que el modelo que visualizan no es sólo el tímido “ELA Soberano” sino propiamente la libre asociación, la misma que el derecho internacional reconoce como fórmula descolonizadora.

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A la vieja guardia del PPD ya los han apodado otros, con muy buenas razones, como “anexionistas light”. Aunque jocoso y posiblemente un tanto irrespetuoso, es innegable que el término los describe muy bien y, por lo tanto, me voy a permitir usarlo. Estos líderes “anexionistas light”, por ser más numerosos en el PPD que los soberanistas, dan la impresión de que los conservadores son mayoría en el PPD. Sin embargo, los resultados de las elecciones del 2008 comprobaron que, por el contrario, la inmensa mayoría de los populares son soberanistas.

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La campaña de Aníbal Acevedo Vilá en el 2008 se caracterizó por llevar un mensaje abiertamente soberanista. Aníbal utilizó la palabra soberanía constantemente, a la vez que habló de asociación, no unión, con los Estados Unidos. Si los conservadores fueran mayoría en el PPD, Aníbal habría perdido más de la mitad de los votos que el PPD recibe tradicionalmente en elecciones generales. Pero no fue así. Aníbal recibió alrededor del 85% de los votos que el PPD ha recibido en otras ocasiones. Eso es indicativo de que, como mucho, los populares conservadores son un 10 ó 15% de la base del partido. De hecho, se podría argumentar que tal vez se perdieron más votos populares a causa de los cargos federales que pesaban contra Aníbal que por el mensaje soberanista.

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Los “anexionistas light” han culpado al discurso soberanista por la derrota del PPD en el 2008 y pretenden hacer retroceder las manecillas del reloj y retomar una postura conservadora ambigua, gastada y desacreditada. Si se les permite a estos partidarios del colonialismo tomar control del PPD y derogar su posición soberanista, esa será la muerte del partido y nos estarán entregando en bandeja de plata a los anexionistas del PNP.

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Un PPD renovado y claro en sus convicciones soberanistas sería el vehículo idóneo para mover a nuestro pueblo hacia la afirmación de la soberanía puertorriqueña. Es por eso que los líderes soberanistas del PPD tienen una responsabilidad histórica que cumplir con el pueblo de Puerto Rico en el 2012. Será necesario vencer en primarias a la banda de “estadistas light”, anular su influencia en la dirección del PPD y establecer la posición soberanista del partido fuera de toda duda.

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Una vez hayan limpiado el PPD del cáncer de la ambivalencia conservadora, el próximo objetivo debe ser clarificar el concepto de ELA Soberano. A todas luces, la intención de este concepto es crear un modelo de libre asociación que incluya la ciudadanía dual. Sin embargo, al no llamársele simplemente libre asociación, que es el nombre internacionalmente reconocido para ese tipo de fórmula de estatus no colonial, se crean dudas. No es absolutamente necesario cambiarle el nombre a ese concepto, pero sí se deben aclarar dos aspectos cruciales:

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1. Que el ELA Soberano cumpliría con la definición de libre asociación reconocida por el derecho internacional y que Puerto Rico quedaría fuera de la cláusula territorial de EUA.

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2. Que tendremos ciudadanía dual, incluyendo una ciudadanía puertorriqueña reconocida jurídicamente y con pasaporte propio. Sin la existencia de una ciudadanía puertorriqueña reconocida internacionalmente, se pondría en duda nuestro estatus no colonial.

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Con esas aclaraciones, pueden estar seguros de que los votos necesarios para la victoria van a venir no sólo del PPD, sino también de independentistas y no afiliados. Hay alrededor de un millón de puertorriqueños mayores de 18 años que no están participando del proceso político. Es muy posible que entre esas personas haya muchos soberanistas que no se han sentido representados ni por el PPD ni por el PIP. Esos votos se pueden conquistar con una visión nueva, un proyecto de país basado en nuestra soberanía y autogestión como pueblo.

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Reciban un saludo cordial.

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Fuentes:

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Pronunciado Declive en la Tasa de Participación Electoral en Puerto Rico:

http://recursoselectorales.org/panorama/2009/01/el-pronunciado-declive-de-la-tasa-de.html

miércoles, 18 de noviembre de 2009

La Estadidad Jíbara: Resurrección de una Mentira Maliciosa

La estadidad jíbara es un concepto engañoso que los anexionistas inventaron para intentar convencer a los puertorriqueños de que la estadidad sería realmente para Puerto Rico lo mejor de dos mundos – estadidad e independencia. La idea nos debería parecer ridícula, pero los estadistas se han caracterizado por tener una gran habilidad para venderle al pueblo sus mentiras. Luis A. Ferré esbozó la noción de la estadidad jíbara en 1968 cuando en un discurso dijo, “la estadidad jíbara, como yo la he llamado, conservará todo lo bueno de nuestra cultura y nuestras tradiciones así como nuestra lengua española.” No hay duda de que centenas de miles de puertorriqueños se tragaron ese anzuelo.

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Con el tiempo, las campañas de miedo le han dado mejores resultados a los anexionistas que la idea de la estadidad jíbara. Es por eso que ese concepto no ha sido pieza central de las campañas del PNP recientemente. Sin embargo, esa noción engañosa aún representa un arma que debemos desmantelar antes de que decidan utilizarla nuevamente. Recientemente el sobrino de Luis A. Ferré y ex alcalde de Miami, Maurice Ferré, realizó un pequeño simulacro con esa arma de desinformación masiva. Entre otras cosas, dijo que Puerto Rico es una nación y que podría convertirse en un estado y mantener su diferencia cultural dentro del sistema federado de Estados Unidos. Allí está, lista para utilizarse cuando convenga, la vil mentira de que la nación puertorriqueña puede existir dentro de la estadidad.

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¿Cómo podemos desmantelar la noción de la estadidad jíbara? Lo primero y más importante que necesitamos hacer es educar a nuestro pueblo. La falacia de la estadidad jíbara obtiene credibilidad cuando la persona que recibe el mensaje sólo considera el futuro inmediato a partir del establecimiento de la estadidad. Los anexionistas venden la idea de que el día después de Puerto Rico convertirse en un estado no vamos a dejar de ser puertorriqueños. Eso sería cierto el primer día, la primera semana, el primer mes y probablemente los primeros años. Al principio todavía seríamos puertorriqueños, pero nuestra nación no sobreviviría más de unas pocas generaciones.

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La existencia de la nación como realidad política tiene un efecto enorme, si bien difícil de explicar o entender, en la psiquis individual y colectiva de un pueblo. La acción formal de renunciar a ser nación y aceptar la nacionalidad estadounidense tendría el efecto de restarle validez a nuestros sentimientos patrióticos. La nueva realidad de la isla legitimizaría la desvaloración de la cultura puertorriqueña y exacerbaría nuestra ya existente crisis de identidad. Otro factor al que no se le debe restar importancia es la pérdida de elementos simbólicos, tal como nuestra participación junto a otras naciones en las Olimpiadas, que siempre nos han recordado que somos un pueblo con su lugar único en el mundo. Inevitablemente, estos y otros factores psicosociales vendrían a desgastar los cimientos de la nacionalidad puertorriqueña hasta el punto en que las nuevas generaciones nacidas en el estado de Puerto Rico se visualizarían primordialmente como estadounidenses.

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La estadidad además podría convertirse en una invitación abierta a los estadounidenses a mudarse al nuevo estado caribeño. Aunque actualmente (bajo el ELA) podrían hacer lo mismo, eso no es un hecho muy conocido o publicado en los Estados Unidos. Sin embargo, la admisión de un nuevo estado a la unión sería un acontecimiento conocido por todos y cada uno de los 300 millones de ciudadanos estadounidenses. Con su clima tropical y belleza natural, es más que probable que Puerto Rico le llame la atención, por ejemplo, a muchos estadounidenses retirados, como sucede con Florida. En el 2005 se publicaron estadísticas mostrando que de los 35 millones de estadounidenses retirados en aquel entonces, tres millones vivían en Florida. De esos tres millones de retirados, por lo menos dos millones debieron haberse mudado a Florida después de retirarse. Por lo tanto, no es improbable que en tan sólo dos o tres décadas se muden a Puerto Rico dos millones de estadounidenses, lo que aceleraría la inevitable asimilación de nuestra sociedad. ¿Cuántos puertorriqueños creen ustedes que entienden estos posibles efectos de la estadidad para Puerto Rico? Tenemos mucho trabajo por delante.

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Además de educar a nuestro pueblo, necesitamos también buscar la forma de educar al estadounidense común sobre las mentiras que los anexionistas han diseminado en Puerto Rico, así como sus razones deshonestas para buscar la estadidad. Cabildear en Washington ayuda en algo, pero nadie puede ponerle más presión a los congresistas en Washington que sus propios constituyentes, o sea, el estadounidense común que trabaja y paga sus impuestos federales. El debate del estatus de Puerto Rico no le ayuda a ningún congresista y por lo tanto ellos mismos no le van a hablar a sus constituyentes al respecto. Si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará.

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Necesitamos que más ciudadanos estadounidenses comprendan la realidad del anexionismo en Puerto Rico, que no representa un ideal sino la postura acomodaticia de un sector en nuestro país que pretende no sólo conservar sino expandir el mantengo federal de los puertorriqueños. La inmensa mayoría de los ciudadanos americanos se opondría a este esquema porque serían ellos quienes, a través de sus impuestos, correrían con la cuenta de nuestro mantengo. Eso no los hace malos ni mezquinos. Nosotros también estaríamos indignados si, por ejemplo, los 50,000 habitantes de alguna isla caribeña quisieran anexarse a Puerto Rico no por sentirse puertorriqueños, sino para que los mantengamos con nuestros impuestos.

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Como he dicho en artículos anteriores, si nosotros no educamos a nuestro pueblo, lo dejamos a merced de las mentiras y espejismos de los anexionistas. Igualmente, si no denunciamos sus mentiras, esquemas y planes maliciosos ante el pueblo estadounidense, el PNP continuará realizando su trabajo sucio impunemente. Sé que es sólo cuestión de tiempo para que alguien con los recursos necesarios para tomar acción lea esto. Si ese alguien es usted, tome nota.

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Fuentes:

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Noción de Estadidad Jíbara

(Historia Constitucional de Puerto Rico – José Trias Monge – página 35):

http://books.google.com/books?id=NFG3tHuA79sC&pg=PA35&lpg=PA35&dq=estadidad+jibara&source=bl&ots=mo2qa1R1gk&sig=Xe-PqdIR2z_iTKbvbr_8JMU8TmE&hl=en&ei=-7ABS6mGMMzOlAeL0cGZCw&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=2&ved=0CBEQ6AEwAQ#v=onepage&q=&f=false

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Maurice Ferré revive la estadidad jíbara (en Asociación y Soberanía):

http://asociacionysoberania.blogspot.com/2009/10/maurice-ferre-revive-la-estadidad.html

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Migración de retirados estadounidenses a Florida:

http://www.pepperinstitute.org/Population/2007FloridaAgingPopulationReport.pdf

sábado, 17 de octubre de 2009

República Asociada: Un Concepto Distorsionado por los Ingenieros del Miedo

Los anexionistas han logrado algo en Puerto Rico que en casi cualquier otro país del mundo sería imposible hacer. Estos especialistas del engaño y el pánico han convencido a la mayoría de los puertorriqueños de que la palabra república es sinónima de dictadura y miseria. Igualmente le inventaron a la libre asociación el seudónimo de la “república asociada” para difundir la idea de que la libre asociación significaría encaminarnos hacia una existencia precaria. Lamentablemente el veneno de estas mentiras ha surtido el efecto esperado en nuestro pueblo. Nos toca a nosotros revertirlo.

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Es muy importante que todos los que luchamos por alcanzar la soberanía de nuestra nación estemos preparados para desenmascarar las nociones ridículas que los anexionistas le han vendido a nuestra gente. Sin embargo, encontrar el antídoto de cualquier veneno siempre requiere que primero entendamos exactamente como funciona el veneno en cuestión. En este caso, necesitamos entender no sólo las mentiras de los anexionistas, sino también las tácticas efectivas que estos han utilizado para insertar esas mentiras en el pensamiento colectivo del pueblo puertorriqueño.

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La retórica anexionista en cuanto a la independencia ha sido siempre la misma. Las repúblicas son países como Cuba y República Dominicana. Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia y Dinamarca no son repúblicas. Esos son países ricos, muy distintos a lo que seríamos nosotros si nos atreviéramos a cortar el cordón umbilical que nos trae el sustento y la civilidad de los Estados Unidos. Los anexionistas, en su ofensiva voraz a favor de la estadidad, no han perdido ninguna oportunidad de recordarnos que los puertorriqueños somos una porquería, unos salvajes ineptos. Si somos inferiores, la lógica indica que intentar valernos por nosotros mismos nos llevaría a una ruina segura. Si somos unos salvajes, se deduce que tomar el mando de nuestro propio país sería un proyecto arriesgadísimo.

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Esa propaganda que ha degradado continuamente la autoestima del pueblo puertorriqueño ha tenido el efecto de debilitar drásticamente el movimiento independentista en Puerto Rico. Sin embargo, el miedo infundado a la “república” no ha sido suficiente para eliminar el sentimiento nacionalista de los puertorriqueños. Tras 111 años bajo ataque, la nacionalidad puertorriqueña todavía sobrevive. Dentro del PPD se cobijan una enorme cantidad de personas que no dudan de su nacionalidad puertorriqueña, aunque sí tienen un grado de aprensión en cuanto a la independencia total.

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Los llamados soberanistas dentro del PPD se han sobrepuesto al miedo paralizador que los anexionistas han propagado en Puerto Rico por décadas. La libre asociación, que ya algunos de ellos profesan abiertamente, representa una respuesta clara a la pregunta que ya arrastramos por más de 100 años: ¿somos americanos o puertorriqueños? Su respuesta es, sin lugar a dudas, que somos puertorriqueños, que nuestra nación es Puerto Rico. Esa visión está tomando fuerza dentro del PPD, la defensa de nuestra puertorriqueñidad se ha vuelto contagiosa. A medida que las personas de ese partido se educan con respecto a los beneficios y garantías de la libre asociación, un número cada vez mayor de ellos le han perdido el miedo a la palabra soberanía. A los anexionistas eso les preocupa muchísimo. Para combatir este movimiento, los estadistas han vuelto a usar la misma estrategia que les ha dado buenos resultados en el pasado. Lo que pretenden es llenarnos el corazón de miedo paralizante valiéndose de su ingenio semántico. Al combinar la palabra asociación con la palabra república, contra la cual ya han acondicionado a nuestro pueblo, surge el concepto de “república asociada”. Esas palabras, que en realidad significan simplemente que un país está asociado a otro, toman un significado perverso cuando en la televisión nos las repiten como hipnotizándonos mientras nos muestran imágenes de un Viejo San Juan desierto, patrullado por un soldado comunista. Con esto intentan hacernos llegar a la conclusión descabellada de que la libre asociación no es más que una cortina de humo para establecer en Puerto Rico un régimen totalitario.

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Aunque nos duela, la realidad es que a menos que hagamos algo para defender a nuestra gente de estos ataques psicológicos, las tácticas sucias de los anexionistas funcionarán tan bien como han funcionado en el pasado. Pregúntenle a un puertorriqueño común que mencione el nombre de dos repúblicas y lo más probable es que responda República Dominicana y Cuba. Pregúntenle a esa misma persona que mencione el nombre de una república asociada y es bien posible que aún responda República Dominicana. Esto no me lo estoy inventando sino que ya lo he escuchado.

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Nosotros mismos tenemos la culpa de que los anexionistas hayan logrado llenar de miedo a nuestro pueblo. Cuando ellos estaban diciéndole al pueblo que las únicas repúblicas son Cuba y República Dominicana, nosotros deberíamos haber denunciado esa mentira y aclarado que Estados Unidos, Canadá, Francia, Inglaterra, Dinamarca y España son todas repúblicas. Necesitábamos decirles que en Latinoamérica las repúblicas de Chile, Panamá y Costa Rica tienen gobiernos progresistas y estables. Necesitábamos decirles que Singapur es una república más pequeña que Puerto Rico que tiene un ingreso per cápita mayor al de Estados Unidos.

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Antes de que los anexionistas ataquen con el fantasma de la “república asociada” a la alianza patriótica que ya ha comenzando a tomar forma, debemos vacunar a nuestra gente contra el pánico utilizando información fidedigna. La libre asociación no es un proyecto desconocido sino que ya le ha funcionado muy bien a tres naciones soberanas en el Pacífico – Islas Marshall, Micronesia y Palau. Tenemos a nuestra disposición datos reales y demostrables de vigencia actual. Debemos enfocarnos en presentarle al pueblo estos tres ejemplos de naciones libremente asociadas de la misma forma vívida en que los anexionistas han vendido la imagen aterradora del soldado comunista haciendo rondas por el Viejo San Juan. Tenemos que llevar imágenes nuevas, imágenes de progreso y dignidad, a cada puerta, cada buzón y cada pantalla de televisión. Es mucho trabajo y por eso necesitamos empezar ya.

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Es de vital importancia que nos entreguemos a la tarea de reeducar a nuestro pueblo. En el resto del mundo, la palabra república es simple y llanamente sinónima de país o nación. Es hora de que todos los puertorriqueños nos enteremos de esa realidad tan básica. Si hacemos nuestro trabajo, tal vez la próxima vez que los anexionistas griten “república asociada”, el resto de los puertorriqueños responderemos a coro, “sí, ¿y qué?”

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Fuentes:

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Ingreso per cápita de naciones en el 2008: http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_GDP_(PPP)_per_capita

domingo, 4 de octubre de 2009

Nuestra Mejor Defensa es la Ofensiva

Los enemigos de la nación puertorriqueña son implacables y se valen de todo lo que puedan por adelantar su objetivo anexionista. El proyecto HR 2499 es la última arma secreta en su repertorio y hay que aceptar que es brillante. De ser aprobado este maquiavélico proyecto en el Congreso de los Estados Unidos, los estadistas intentarán utilizar el voto de los compañeros independentistas y soberanistas para imponernos la estadidad. ¡Imagínense eso!

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El proyecto HR 2499 conllevaría dos referéndums. El primero sería por un voto a favor o en contra de permanecer bajo el ELA colonial. Si se diera un voto mayoritario en contra de mantener el ELA colonial, el segundo plebiscito sería entre la estadidad, la independencia y la libre asociación soberana. Con el trabajo educativo que están realizando en estos momentos organizaciones soberanistas como el Instituto Soberanista Puertorriqueño, Pro-ELA, ALAS y Proyecto PAIS, de aquí a unos cinco años podríamos estar en posición de obtener la victoria de la libre asociación soberana en un proceso como este. Sin embargo, en esta coyuntura actual los puertorriqueños no estamos listos aún y los anexionistas lo saben muy bien. Nos falta mucho trabajo. Tenemos que tirarnos a las calles, las plazas, los campos, hablarle a nuestra gente cara a cara, mirándoles a los ojos para que vean que hablamos con la verdad. Nos falta todavía lograr un frente común histórico de los líderes autonomistas, soberanistas e independentistas para facilitar la unión del pueblo en contra del anexionismo y en defensa de nuestra nación. Los anexionistas pretenden convencernos de entrar en una batalla final sin antes haber organizado nuestro ejército ideológico.

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Lo que los estadistas esperan que ocurra si se aprueba el proyecto HR 2499 es que los independentistas y soberanistas, como es de esperarse, voten a favor de un cambio de estatus. Si hacemos eso en el 2010, habremos caído en la trampa magistral de nuestros adversarios. Sería como entrar con diez soldados desnudos al campo de batalla. Ni el PPD ni el PIP están actualmente preparados para defender la libre asociación soberana. Los resultados de ese plebiscito serían fáciles de adivinar. Los independentistas se dividirían entre la independencia (2.5%) y la libre asociación soberana (2.5%). Los populares, víctimas de un miedo paralizante, se dividirían entre la estadidad (24%) y la libre asociación (24%). Los estadistas, obviamente, votarían todos (47%) por la estadidad. El resultado final sería más o menos así: Estadidad 71%, Libre Asociación 26.5%, Independencia 2.5%. Números como esos serían suficientes para presionar al Congreso de los Estados Unidos a anexar a Puerto Rico. Los enemigos de nuestra nación han hecho ese cálculo y están salivando pensando en el golpe de estado que han planificado. Por eso, siéntense, respiren y escuchen muy bien lo que les tengo que decir. Si se aprueba este funesto proyecto de estatus, nuestra única defensa en el 2010 es interpretar el voto a favor de la continuación del estatus colonial como un voto de repudio a la estadidad que nos quieren traer a la fuerza. Esa primera línea de defensa es todo lo que tendríamos y no podemos desaprovecharla. De ello depende que se nos dé más tiempo para organizar nuestras tropas y luchar en nuestros propios términos.

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Si hay una cosa que tenemos que aprender de los anexionistas, es que la mejor defensa que existe es la ofensiva. Lo queramos o no, en la lucha entre el anexionismo y la nación puertorriqueña no van a haber treguas hasta que alcancemos nuestra definición final. Los estadistas votan en cada elección como si fuese un plebiscito sobre estatus. No importa cuan malo sea su candidato, ellos votan con una sola cruz bajo su partido. A muchos les podría molestar que yo diga esto, pero la realidad es que los autonomistas, soberanistas e independentistas no pueden seguirse dando el lujo de prestarle el voto a un candidato a gobernador estadista por más que pueda parecer un buen administrador. Eso es lo que sucedió con Luis Fortuño y este gobierno anexionista actual, que ahora está usando el poder que le dimos para intentar un golpe de estado anexionista. No se engañen, esto es una guerra. Nuestra nación está bajo ataque.

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Al mismo tiempo que defendemos nuestra nación de Luis Fortuño, Pedro Pierluisi, Thomas Rivera Schatz y el resto de los anexionistas que nos tienen sitiados, tenemos que trazar nuestra estrategia para alcanzar la victoria final sobre las fuerzas anexionistas en nuestro país. Ya he dicho antes que estoy convencido de que la libre asociación soberana es la alternativa de convergencia que nos puede permitir forjar un frente unido histórico para perpetuarnos como nación. También he dicho que estamos más cerca de la victoria de lo que puede apreciarse en estos momentos tormentosos en que el anexionismo parece avanzar inexorablemente. Aunque les parezca difícil de creer, los líderes del anexionismo también saben que la libre asociación soberana representa su enemigo mortal, el monstruo que duerme. Es por eso que atacan esa opción con su propaganda de miedo, usando la palabra república al tiempo que muestran imágenes de Cuba (no de Francia, Inglaterra, España, Singapur o Chile). Tenemos que despertar a ese monstruo que los anexionistas temen. Tenemos que publicar el éxito de la libre asociación en Micronesia, Palau e Islas Marshall para destruir los miedos que los anexionistas han fabricado. Tenemos que tomar la ofensiva.

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Hay otra cosa muy importante que los líderes anexionistas saben y que los hace temblar, aunque muy en privado pues sería desastroso si todo el pueblo se enterara. Esa realidad importante que tanto temen es que un mero 40% del electorado firme en su reclamo de soberanía puede derrotar a un 60% del electorado pidiendo la estadidad. La estadidad de Hawai y Alaska se logró sólo después de que una súper mayoría de sus ciudadanos eligiera esa opción en un referéndum estadidad sí o no. En el caso de Alaska, el voto a favor de la estadidad fue de 86%. En Hawai, 94% del electorado eligió la estadidad. Claro está, Hawai había sido invadido por militares estadounidenses y sus familias. Quienes votaron por la estadidad fueron los invasores y no los ciudadanos de la nación hawaiana, que hasta el día de hoy siguen luchando por su independencia. Por suerte, en Puerto Rico no tenemos que preocuparnos de esa estrategia sucia pues nuestra isla ya no tiene mucho valor militar para Estados Unidos.

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Nunca un territorio ha sido aceptado como estado de la unión con un voto popular para la estadidad menor al 67% (2/3), pero mucho menos lo harían si casi la mitad del electorado pide una opción de soberanía, como lo sería la libre asociación soberana. Realmente a Estados Unidos no le interesa que nuestra isla se convierta en estado de la unión, lo que le costaría a su clase trabajadora muchos millones de dólares en impuestos para subsidiar al paupérrimo nuevo estado. Si, por ejemplo, en un plebiscito la estadidad obtuviera 55% de los votos frente a 45% de los votos para la libre asociación soberana, obligaríamos a los Estados Unidos a finalmente aceptar que la estadidad no es opción para una isla donde el sentimiento nacional puertorriqueño sigue muy fuerte tras más de 100 años de colonialismo. Una vez Estados Unidos se pronuncie al respecto, la única opción lógica que le quedaría a nuestro vecino del norte sería cumplir con su obligación histórica de ayudar a Puerto Rico a desarrollarse como un pueblo autosuficiente y próspero utilizando el mecanismo que ya le ha funcionado tres veces antes, la libre asociación soberana.

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Estamos tan cerca o tan lejos de una imprescindible alianza nacional histórica como nos lo permitamos nosotros mismos. Los anexionistas intentarán dividirnos pues de eso depende su estrategia. Nos toca a nosotros armarnos de valor y de astucia para superar los retos que se avecinan y alcanzar la victoria juntos. ¡Nos vemos en el campo de batalla!

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Fuentes:

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Estadidad de Alaska: http://www.elections.alaska.gov/Publications/stathood.htm

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Estadidad de Hawai: http://en.wikipedia.org/wiki/Hawaii_Admission_Act

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Movimiento Independentista de Hawai: http://www.hawaii-nation.org/

domingo, 27 de septiembre de 2009

La Libre Asociación: Alternativa de Convergencia

En mi primer artículo mencioné que bajo un tratado de libre asociación Puerto Rico podría negociar y obtener todos los beneficios reales que hoy recibe de los Estados Unidos y al mismo tiempo obtener los poderes soberanos que tanto necesita para insertarse con éxito en la economía global. En este artículo quiero analizar los principales beneficios y poderes soberanos que Puerto Rico podría obtener bajo un acuerdo de libre asociación con los Estados Unidos. Este análisis está basado principalmente en los actuales tratados de libre asociación que Estados Unidos mantiene con Micronesia, las Islas Marshall y las Islas Palau.

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Los principales beneficios que Puerto Rico actualmente recibe de los Estados Unidos se pueden resumir en las categorías de defensa común, moneda común, fondos federales para la Isla, elegibilidad individual para programas de asistencia económica y el libre acceso a viajar, establecer residencia y/o trabajar en los Estados Unidos. Basta con leer cualquiera de los tratados de libre asociación que Estados Unidos mantiene con las antes mencionadas islas del Pacífico para darse cuenta que no necesitamos permanecer bajo un estatus colonial para recibir la gran mayoría de estos beneficios.

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En el área de defensa común, los tratados de libre asociación existentes establecen claramente que Estados Unidos se compromete a proveerle a las naciones asociadas la misma protección que les proveería a sus propios ciudadanos en caso de cualquier ataque o amenaza. Al igual que hoy día bajo el ELA, a cambio de esa promesa de protección le otorgaríamos a Estados Unidos ciertos derechos importantes. Nuestro territorio nacional, sus aguas y su espacio aéreo le estarían vedados a otras naciones, a menos que consultemos con el gobierno de Estados Unidos y ellos accedan. Es muy probable que si quisiéramos un día organizar una exhibición naval en la bahía de San Juan, invitando buques de guerra de Colombia, Brasil, Argentina, Francia y el Reino Unido, el gobierno de Estados Unidos no tendría ningún inconveniente. Sin embargo, si se nos antojase invitar a las flotas navales de Venezuela, Corea del Norte e Irán, seguramente Estados Unidos se opondría. A la inmensa mayoría de los puertorriqueños esto les parecerá muy justo. No se puede pedir algo a cambio de nada y Estados Unidos no puede defender a quien coquetea con sus enemigos declarados.

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Es muy posible también que bajo un tratado de libre asociación Estados Unidos quiera negociar el mantenimiento de una o dos instalaciones militares en nuestro territorio nacional. En términos prácticos, probablemente no veríamos ningún cambio en ese respecto sino que Estados Unidos mantendría la reducida presencia militar que tiene hoy día en Puerto Rico. En principio, sin embargo, habría una diferencia enorme ya que tendríamos la dignidad de haber negociado esa presencia militar a conciencia y estipulando lo que damos y lo que recibimos a cambio. Vieques nunca hubiese ocurrido bajo un tratado de libre asociación porque antes nosotros tendríamos que haber aceptado esa práctica explícitamente e incluirlo en el tratado. De hecho, los tratados de libre asociación existentes establecen prohibiciones explícitas a las fuerzas armadas estadounidenses con respecto a sus operaciones dentro de los territorios de las naciones asociadas.

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Hablemos ahora de asuntos económicos, que son los que le hacen temblar la mano a muchos compañeros autonomistas a la hora de reclamar nuestra soberanía pese al amor profundo que tienen por nuestra bella nación. Los miedos en cuanto a aspectos económicos que nos atan al actual estatus colonial son desenmascarados como las fobias irracionales que realmente son tan pronto estudiamos los hechos concretos de la libre asociación. Los tratados de libre asociación existentes establecen la moneda común con Estados Unidos, así como también otorgan a las naciones asociadas una variedad de beneficios económicos comparables a los que Puerto Rico recibe hoy día.

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Estados Unidos hace aportaciones federales a los estados, territorios y también las naciones libremente asociadas en áreas como agricultura, educación, comercio y programas de asistencia económica a través de “federal grants”. En otras palabras, de esas aportaciones provienen todas las ayudas económicas que se nos ha enseñado son esenciales para los puertorriqueños. Sucede que las aportaciones federales per cápita otorgadas a Puerto Rico en el año fiscal 2008 no fueron superiores a las aportaciones otorgadas a las naciones asociadas de Micronesia, las Islas Marshall y las Islas Palau. Puerto Rico recibió $5.75 billones y tiene alrededor de 4 millones de habitantes, resultando en una aportación federal per cápita de $1,437. Micronesia recibió $92 millones y tiene alrededor de 108,000 habitantes, resultando en una aportación federal per cápita de $852. Palau recibió $23 millones y tiene alrededor de 21,000 habitantes, resultando en una aportación federal per cápita de $1,095. Por último, las Islas Marshall recibieron $209 millones y tienen una población de aproximadamente 70,000 habitantes, resultando en una impresionante aportación federal per cápita de $3,000. Sí, es cierto, las Islas Marshall reciben muchos más fondos federales per cápita que Puerto Rico y son una nación soberana. El que piense que Estados Unidos no nos proveería esos niveles de asistencia económica per cápita, especialmente durante los primeros 15-20 años bajo la libre asociación, olvida que como un estado Puerto Rico sería una carga económica inmensa para ese país. Ayudarnos a convertirnos en una nación próspera sería a largo plazo casi tan beneficioso para Estados Unidos como lo sería para Puerto Rico.

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El último miedo que nos queda por derrumbar es el de perder la ciudadanía americana, que no es nada sino una fobia ridícula que nos han metido en la cabeza y que se nutre de la baja autoestima que padecemos como pueblo. A parte de los beneficios antes mencionados, los cuales pueden negociarse y ya otras naciones han negociado bajo un tratado de libre asociación, sólo queda el miedo a no poder mudarnos a los Estados Unidos si la economía se pone muy mala en Puerto Rico. Después de todo, esa válvula migratoria es la única razón por la cual los atropellos e incompetencia de nuestro gobierno colonial no han resultado aún en una revuelta de grandes proporciones. Sucede que los ciudadanos de las naciones libremente asociadas de Micronesia, las Islas Marshall y las Islas Palau tienen el derecho explícitamente otorgado de ir a Estados Unidos sin necesidad de visa cuando quieran, establecer residencia en Estados Unidos y trabajar allá por tiempo ilimitado, exactamente como nosotros, pero sin tener que vender el alma. Con su pasaporte de nación soberana disfrutan de todo y hacen de todo lo que a nosotros nos han dicho los anexionistas y “anexionistas light” que necesariamente nos cuesta perder nuestro orgullo nacional.

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La falta de soberanía tiene un costo que va mucho más allá del aspecto económico. Sin embargo, en términos estrictamente económicos, el costo de la falta de soberanía no es menos obvio. El actual estatus político de Puerto Rico, al igual que la anexión, nos priva de la capacidad para negociar tratados económicos con otros países, así como formular programas y políticas socioeconómicas independientes que respondan a las necesidades específicas de nuestro pueblo. Los programas económicos que Estados Unidos nos extiende bajo el ELA no son formulados pensando en nuestra realidad de isla caribeña y latinoamericana. Una política económica federal que funciona a las mil maravillas en Massachussets o California puede tener un efecto adverso para Puerto Rico. Por ejemplo, a Puerto Rico se le aplica el salario mínimo federal pero los estudios que se hacen para determinarlo se basan en indicadores económicos muy diferentes a los de Puerto Rico. Similarmente, los tratados comerciales que benefician a Estados Unidos pueden hundirnos a nosotros. Eso ha sucedido con los tratados de libre comercio NAFTA y CAFTA, que le han restado competitividad a Puerto Rico en el comercio con Estados Unidos en comparación con otros países de Centroamérica y el Caribe. Por otra parte, nuestras relaciones comerciales con el resto del Caribe y Latinoamérica son mínimas. Eso no es natural.

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El mundo sigue evolucionando y la economía global está basada en una red de acuerdos económicos y bloques comerciales como la Unión Europea y Mercosur. Nuestro estatus colonial nos mantiene aislados del mundo y en clara desventaja competitiva. Sin nuestra soberanía estamos desnudos. La opción de movernos hacia una libre asociación soberana es infinitamente más productiva y digna que mantener nuestro estatus colonial, el cual además mantiene la puerta abierta a la anexión total, que sería la extinción de la patria que tanto amamos. No hay razones lógicas para mantenernos en el anonimato internacional, sólo miedos irracionales que ya hemos desmentido. El mundo nos está esperando con los brazos abiertos. ¡Rieguen la voz!

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Fuentes:

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Tratado de Libre Asociación de Palau: http://palau.usembassy.gov/rop_cofa.pdf

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Datos demográficos de Palau: http://en.wikipedia.org/wiki/Palau#Demographics

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Tratado de Libre Asociación de Islas Marshall y Micronesia: http://www.fm/jcn/compact/comframe.html

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Datos demográficos de Islas Marshall: http://www.nationsencyclopedia.com/economies/Asia-and-the-Pacific/Marshall-Islands.html

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Datos demográficos de Micronesia: http://www.doi.gov/oia/Islandpages/fsmpage.htm#Population

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Datos sobre fondos federales: http://www.census.gov/prod/2009pubs/fas-08.pdf

(Vean la página 15, primera columna de la tabla – aportaciones totales)

sábado, 19 de septiembre de 2009

Un Sueño Realizable

Tengo un sueño recurrente. Todo empieza en el seno del PPD, donde se enfrentan en una crucial primaria el soberanista William Miranda Marín (sano y más fuerte que nunca) y un representante del sector conservador del PPD. Decidido a ponerle fin a décadas de ambivalencia ideológica en su partido, Miranda Marín propone sin tapujos la libre asociación basada en la soberanía de la nación puertorriqueña, la misma que reconoce el derecho internacional como fórmula descolonizadora. Con esta plataforma, Miranda Marín gana las primarias del PPD de forma abrumadora y meses más tarde gana la gobernación. Uno o dos años después llega el momento definitorio, un plebiscito entre la estadidad, la independencia y la libre asociación soberana. Las encuestas preliminares reflejan un apoyo de 47% para la estadidad, 47% para la libre asociación soberana y 6% para la independencia. Mostrando un liderazgo y patriotismo sin precedentes, los lideres del PIP, MINH y otras organizaciones independentistas anuncian su apoyo a la libre asociación soberana para darle una estocada mortal al anexionismo. El resto es historia – Puerto Rico se bautiza como nación soberana y toma el sitial que le corresponde en Latinoamérica y el mundo.

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Este sueño se puede hacer realidad y creo que estamos más cerca de lo que se percibe a simple vista. Hasta ahora los autonomistas, soberanistas e independentistas nos hemos dado el lujo de concentrarnos en las cosas que nos dividen. Nos hace falta una crisis para decidirnos a concentrarnos en algo muy grande que nos une, el hecho de que reconocemos sólo a Puerto Rico como nuestra nación y no estamos dispuestos a entregarla. Esa crisis que necesitamos para unirnos ya está aquí. Los años no pasan en vano y desafortunadamente en Puerto Rico el tiempo ha sido aliado de los anexionistas. El pueblo se ha ido cansando del estancamiento económico y el eterno debate sobre el estatus. Los anexionistas han presentado la estadidad como una solución final al debate del estatus y eso les ha ganado adeptos. Mientras que en el plebiscito de 1967 la estadidad obtuvo sólo el 39% de los votos, ya en 1998 obtuvo casi 47% de los votos. Recientemente algunas encuestas han reflejado un apoyo de aproximadamente 50% para la estadidad. Si esos números no nos han puesto en alerta, será porque estamos dormidos. ¡O despertamos ya o nos quedamos sin patria!

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Por más que el sector conservador del PPD insista en negarlo, la realidad es que sólo una minoría de los puertorriqueños percibe que el asunto del estatus en Puerto Rico se resolvió permanentemente con el Estado Libre Asociado. Hasta que no logremos obtener un estatus político que elimine toda posibilidad futura de la estadidad, los anexionistas van a seguir atacando hasta lograr su objetivo. El que sólo juega defensa siempre termina perdiendo. Estamos a tiempo para montar nuestra ofensiva y salir airosos, pero el que piense que tenemos todo el tiempo del mundo se equivoca. Los anexionistas trabajan tiempo extra atacando la identidad y autoestima de los puertorriqueños cada vez que obtienen el poder para hacerlo. Ellos fomentan una economía basada en la dependencia de fondos federales para luego poder decirle al pueblo, “sin esos fondos federales estaríamos en la mierda.” En lo que puedan emular a los estados, así lo hacen, incluso hasta llegar al extremo ridículo de agringar el nombre de ciudades y rotular las calles en inglés. No me cabe duda de que, si los dejamos, también serían capaces de americanizar el currículo de nuestras escuelas para comerles el cerebro a nuestros hijos y que un día nos rompan el corazón diciendo, “Puerto Rico es donde vivo, pero yo soy americano.” Despertemos antes de que el sueño se nos vuelva pesadilla. No perdamos más el tiempo con nuestras divisiones. Unidos venceremos.

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Algunos de ustedes se estarán preguntando por qué dije antes que estamos más cerca de lograr la victoria de lo que parece. Otros se estarán preguntando por qué pienso que la libre asociación soberana es nuestra opción de triunfo. La respuesta a ambas preguntas es la misma. La libre asociación soberana tiene un gran potencial como movimiento de convergencia entre autonomistas, soberanistas e independentistas. No es mucho lo que los autonomistas e independentistas tendrían que sacrificar para lograr un histórico frente unido por la nación puertorriqueña. Desde el punto de vista de los autonomistas, que aspiran a enmendar el ELA para obtener un mayor grado de autonomía para Puerto Rico, la libre asociación significa simplemente dar el paso adicional de reclamar nuestra soberanía y asociarnos a los Estados Unidos libremente, fuera de la cláusula territorial. Bajo un Compacto de Libre Asociación podemos negociar y obtener todos los beneficios reales que hoy recibimos de los Estados Unidos y al mismo tiempo obtener los poderes soberanos que Puerto Rico necesita para desarrollarse como una nación próspera y ocupar el sitial que le pertenece dentro de la comunidad internacional. Por otro lado, la libre asociación representa para los independentistas la única opción realista para obtener la soberanía de nuestra nación. Entiendo que la inmensa mayoría de los independentistas no tienen nada en contra de mantener una relación mutuamente beneficiosa con nuestros vecinos del norte, siempre y cuando no se comprometa la soberanía del pueblo puertorriqueño. Eso es exactamente lo que la libre asociación nos permitiría hacer.

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Estoy confiado en que este frente unido por la nación puertorriqueña ya se está forjando. A todos los que comparten este sueño, los exhorto a que no se conformen con soñar. Háblenles a otros sobre la oportunidad histórica que tenemos en frente; publiquen un blog, participen en foros, desenmascaren a los ingenieros del miedo cada vez que tengan la oportunidad. Necesitamos más soldados intelectuales que luchen por nuestra nación activamente. Un día podrán decirle a sus hijos y nietos, “yo fui parte del movimiento patriótico que salvó a nuestra nación.”