sábado, 21 de agosto de 2010

¿Ser o No Ser?, Esa es la Pregunta Para el PPD

El PNP recién aprobó una resolución en la que indica que ese partido anexionista acogerá "con los brazos abiertos" a todo aquel que crea y desee la unión permanente (con los Estados Unidos). Si los populares “del corazón del rollo” hasta ahora no se habían dado cuenta de la precariedad de la ruta en la que los ha llevado la actual cúpula colonialista del PPD, con esto deberían despertar. Mientras el PPD se siga expresando como si fuera una versión lite del PNP, promoviendo la unión permanente y el “vínculo indisoluble” con los Estados Unidos, el partido no será otra cosa sino un criadero de futuros estadistas. Realmente esto no es nada nuevo, sino que es un proceso de asimilación sistemática del cual, lamentablemente, el PPD ha sido piedra angular.

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El PPD ha tenido varias citas con la historia, pero a la hora de la verdad, siempre se ha ausentado. Llámesele frío olímpico, vacilación o cálculo político, pero la realidad es que el PPD ha dejado pasar muchas oportunidades de convertirse en la institución que nuestra nación necesita desesperadamente. Puerto Rico sufre, a veces en silencio y a veces a gritos, la ausencia de una poderosa institución política que actúe como antítesis del PNP, que representa el asimilismo y la desintegración de nuestra conciencia nacional. En vez de declararle la guerra a ese gran enemigo de la nación puertorriqueña, el PPD ha tratado de agradarle a todo el mundo, persiguiendo exclusivamente objetivos electorales de corto plazo y vendiendo el alma en ese juego.

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El PPD parece no haber aprendido aún que a veces cuando se gana, se pierde. Ganar unas elecciones no es ninguna victoria si para lograrlo renunciamos a nuestros principios y terminamos pareciéndonos a nuestros peores enemigos. Eso es lo que pretenden hacer personajes como Rafael Hernández Colón, su hijo José Alfredo Hernández Mayoral y Jorge Colberg Toro, cuyas expresiones y escritos recientes son indistinguibles de aquellos publicados por estadistas del PNP. Están vendiéndole el alma del partido al mejor postor. Se les ha olvidado por completo la razón de ser del partido, que reconocida o no, no puede ser otra cosa que la sagrada misión de defender y asegurar la existencia y pujanza de la nación puertorriqueña.

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La próxima importante batalla ideológica dentro del PPD tendrá como escenario una comisión especial compuesta por sólo cinco miembros de la Junta del PPD. Esa comisión determinará los parámetros de la asamblea de estatus que el partido se propone celebrar para resolver el conflicto ideológico en que se encuentra inmerso. Es bien sabido que los parámetros de esa asamblea prácticamente determinarán el resultado final. Los cinco miembros de esa comisión son Tony Fas Alzamora, Carmen Yulín Cruz, Jorge Colberg Toro, Brenda López de Arrarás y Charlie Delgado Altieri. Ya sabemos que Fas Alzamora y Cruz son soberanistas y que Colberg es ultra colonialista. Indudablemente, esa batalla la van a decidir Brenda López de Arrarás y Charlie Delgado Altieri.

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¿Quiénes son estas dos personas que tienen en sus manos la encomienda de inclinar el péndulo ideológico del PPD a un lado u otro? ¿En qué creen? ¿Qué principios ostentan? ¿Qué sienten cuando ven ondeando la bandera puertorriqueña sola? ¿Recelo u orgullo? ¿Qué sintieron cuando no pudimos asegurar la participación de Cuba en los Centroamericanos de Mayagüez? ¿Vergüenza o apatía? ¿Qué cantan en la ducha? ¿La “Star Spangled Banner” o “Preciosa”? ¿Quién los estará llamando por teléfono, o hasta amenazando? ¿Cuánta fortaleza de espíritu poseen? Cuando les llegue su turno, ¿qué responderán? ¿Ser o no ser? Oremos.

domingo, 27 de junio de 2010

Hablemos de Alianzas con Honestidad y Pragmatismo

Debe ser motivo de júbilo para todos los soberanistas el que cada vez se hable más en Puerto Rico de la necesidad de forjar una poderosa alianza soberanista. Importantes líderes soberanistas ahora reconocen que el tribalismo político sólo puede llevarnos a la derrota, por lo que comienzan a tomar forma modelos aliancistas cuyo objetivo es unificar en un solo movimiento a la mayoría de los defensores de la nación puertorriqueña. Sin embargo, debemos ser cuidadosos pues no todas las propuestas que se han estado ventilando tienen potencial real de éxito. Algunas de ellas podrían, a pesar de las buenas intenciones de sus propulsores, descarrilar el proyecto de alianza soberanista que realmente necesitamos.

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Uno de estos modelos bien intencionados, pero peligrosos, es el de aquellos que abogan por la creación de un nuevo partido soberanista que agrupe a proponentes de la libre asociación y la independencia. Eso suena muy bien en principio, pero al examinar esa propuesta en mayor detalle, encontramos un gran problema estructural que tarde o temprano terminaría disolviendo esa alianza. El problema surge porque los proponentes del nuevo partido soberanista insisten en que el partido defienda el principio de soberanía en general, sin definirse entre la independencia y la libre asociación. Eso funciona bien como estrategia educativa, porque al pueblo se le puede educar con respecto a la soberanía puertorriqueña y dejar que cada cual decida votar por la independencia o la libre asociación. Sin embargo, a la hora de encarar un plebiscito o participar en una Asamblea Constitucional de Estatus, no quedaría espacio para ambigüedades. Ante la eventualidad de un plebiscito, no les ha quedado más alternativa que llamar a la abstención electoral, lo cual no ayudaría a adelantar la agenda soberanista y podría regalarle una súper mayoría a la estadidad. La Asamblea Constitucional de Estatus es entonces la única salida a su encerrona ideológica, pero no le han explicado a nadie qué fórmula de estatus defenderían ellos como delegados en esa asamblea.

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En una Asamblea Constitucional de Estatus los delegados electos se sentarían en una mesa a negociar una fórmula de estatus. Siendo los independentistas minoría en esa mesa de negociación, es imposible que la solución negociada resulte ser la independencia. De hecho, es matemáticamente ineludible que de esa Asamblea Constitucional de Estatus surja un tratado de libre asociación. Al igual que en un plebiscito, los independentistas tendrán que montarse en esa guagua para vencer definitivamente a la alternativa anexionista. Por lo tanto, proponer una Asamblea Constitucional de Estatus equivale a proponer la negociación de un tratado de libre asociación. El que piense lo contrario se engaña.

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Realmente la única alianza soberanista que puede perdurar y lograr la gran victoria que anhelamos para nuestra nación es una que esté basada en la libre asociación soberana como alternativa de convergencia. Esa es una solución viable que podría recibir el apoyo masivo de todos los sectores no asimilistas, incluyendo la mayoría de los independentistas. La libre asociación nos descolonizaría y le cerraría las puertas a la anexión, pero no le cerraría las puertas a la independencia a largo plazo. Por lo tanto, el sector independentista podría retomar su lucha por la independencia plena a partir del establecimiento de un tratado de libre asociación. Si los líderes del independentismo evalúan la situación actual de Puerto Rico objetivamente, sin apasionamientos, sólo pueden llegar a la conclusión de que a corto o mediano plazo la libre asociación es la única carta de triunfo que tenemos los que amamos nuestra nación borincana.

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Ahora bien, hay quienes han propuesto una coalición soberanista con el propósito específico de lograr importantes triunfos electorales en el 2012. No se puede negar que esa idea tiene mérito pues indudablemente necesitamos reemplazar al catastrófico gobierno actual del PNP con funcionarios públicos que defiendan nuestro patrimonio nacional, fomenten la autogestión y adelanten un Proyecto de País. Para lograr esto no hay que reinventar la rueda. No necesitamos fundar un nuevo partido político cuando tenemos la oportunidad de apoderarnos de la poderosa máquina electoral que es el PPD. Varios líderes soberanistas se mantienen en pie de lucha para hacer prevalecer la visión soberanista en ese partido. Se vislumbran unas primarias importantísimas en esa colectividad y nuestro apoyo a candidatos soberanistas puede hacer una diferencia enorme. No puedo pensar en mejores candidatos para movernos en la dirección correcta que los discípulos de Willie Miranda Marín.

martes, 22 de junio de 2010

Ponencia de la Alianza pro Libre Asociación Soberana Ante el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas

Mi nombre es Omar López, puertorriqueño de nacimiento y residente del estado de Michigan, en representación de la Alianza pro Libre Asociación Soberana (ALAS). ALAS es una organización de la Sociedad Civil Puertorriqueña que ha adoptado la libre asociación como el mecanismo para resolver y establecer las relaciones entre Estados Unidos y Puerto Rico.

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Este es un año especial para éste Honorable Foro, por cuanto se celebra el 50 aniversario de las Resoluciones 1514 (XV) y 1541(XV). Somos de los que creemos que no se puede celebrar el aniversario de una u otra resolución, sin celebrar de igual manera y dimensión, el aniversario de ambas resoluciones. Las resoluciones anteriores, nacidas con escasamente un día de diferencia, en la misma Asamblea General Núm. XV de las Naciones Unidas, constituyen la proclama del derecho de las naciones a su autodeterminación y a su descolonización. Éstas se complementan en la función de proveer la obligación y mecanismos adecuados para resolver las situaciones de subordinación política. Sin embargo, es la Resolución 1541 la que define las tres únicas alternativas reales de naturaleza descolonizadora, siendo una de estas, la libre asociación.

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La libre asociación se ha convertido en un mecanismo dinámico para resolver la transición de los países de su estado colonial, a uno de naturaleza soberana. El hecho de que varios de los países miembros de esta Organización de Naciones Unidas, sean países que han advenido a su existencia, bajo una relación de tratados de libre asociación, demuestra la utilidad e importancia de esta fórmula como mecanismo para resolver el problema del coloniaje en el mundo, sin necesidad de revoluciones violentas o caos políticos. Estos países que la han adoptado, hoy son miembros de esta Organización de Naciones Unidas, con igual voto, dignidad y orgullo, que los que advinieron al organismo mediando otros procesos. De hecho, somos de los que pensamos que al menos uno de estos países debe ser miembro de este Comité de los 24, ante el que comparecemos en este acto.

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La Libre Asociación en Puerto Rico

En Puerto Rico, el apoyo popular a la fórmula de la libre asociación ha crecido de manera vertiginosa en los últimos dos años, según lo demuestran dos encuestas políticas independientes realizadas por dos distintas estaciones de radio. Las mismas demuestran un apoyo a la libre asociación de entre un 13% a un 17% por ciento de la ciudadanía puertorriqueña. De hecho, es la única fórmula de estatus en franco crecimiento en apoyo del pueblo.

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Esta alternativa comienza a convertirse en una salida al inmovilismo político promovido por el presente estatus colonial del llamado Estado Libre Asociado (ELA) y del partido que tradicionalmente lo ha promovido. Pero ya es un hecho innegable, que los electores soberanistas puertorriqueños comienzan a definirse para apoyar opciones descolonizadoras. Diríamos sin lugar a equivocarnos que le queda poco tiempo a la presente relación colonial del ELA y que inexorablemente ocurrirá un proceso de definición en la base de nuestro pueblo, hacia la alternativa de soberanía dentro de la libre asociación.

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Esperamos que el presidente Barak Obama haga verdad y cumpla con su compromiso de “atender” el problema de Puerto Rico durante su primer cuatrienio. Sin embargo, la alteración de un proyecto de ley de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, conocido como el HR-2499, para incluir al ELA colonial dentro de las alternativas descolonizadoras, como si el ELA fuera una alternativa de carácter descolonizador, ha causado gran decepción en la mayoría de los puertorriqueños. Después de tener originalmente un proyecto de ley de carácter descolonizador, con las únicas tres alternativas contenidas en la Resolución 1541 (XV), se aprobó una enmienda que incluyó el mismo ELA colonial como una cuarta alternativa. Aunque dicho proyecto no será aprobado en el Senado de Estados Unidos, ALAS apoya una consulta plebiscitaria con alternativas descolonizadoras o una Asamblea Constitucional de estatus.

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Sin embargo, lo que ya es realmente lamentable e inaceptable es la falta de actividad de este Cuerpo de Naciones Unidas que no acaba de bajar el asunto de Puerto Rico al pleno de la Asamblea para su consideración. Porque si alguien tiene dudas de si el Estado Libre Asociado es de naturaleza colonial, basta con señalar que a pesar de que en nuestra propia constitución se prohíbe la pena de muerte, el gobierno de Estados Unidos procesa acusados en el Tribunal de Distrito de Estados Unidos en Puerto Rico, bajo la solicitud de que se imponga la pena de muerte como parte de la sentencia, en contravención de nuestra propia disposición constitucional. Cabe señalar que la Resolución 1541 establece como requisito para una relación de asociación de carácter no colonial el que la nación asociada a la metrópoli tenga el derecho a determinar su constitución interna sin injerencia externa alguna. Sin embargo, la constitución que Puerto Rico adoptó en 1952, y que continúa vigente, es una subordinada a la constitución federal de Estados Unidos. Al no permitírsele a Puerto Rico aprobar leyes o resoluciones que estén en conflicto con la constitución federal de Estados Unidos, quedan evidenciados los poderes plenarios de Estados Unidos sobre Puerto Rico. De hecho, en el informe oficial de un comité especial creado bajo la administración del Presidente George Bush se nos hizo muy claro a los puertorriqueños que el gobierno de Estados Unidos no reconoce soberanía puertorriqueña alguna, y que por el contrario, define el estatus actual de Puerto Rico como un territorio no incorporado sujeto a los poderes plenarios del Congreso de Estados Unidos.

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Por lo tanto ALAS solicita a este Comité que detenga este vía crucis puertorriqueño de una vez por todas y que reconozca que Puerto Rico sea incluido en la lista de los países que no han ejercido su derecho a la autodeterminación y que se ratifique el derecho del pueblo de Puerto Rico a escoger una de las tres alternativas descolonizadoras provistas en la Resolución 1541. Los puertorriqueños sentimos que hemos sido abandonados por la comunidad de países soberanos del mundo, al no atender nuestro reclamo de que se incluya el caso de Puerto Rico en la agenda para discusión en el pleno del cuerpo. Y con el mayor de los respetos le señalamos hoy que estos procesos de discusión ante este Comité de los 24, han perdido validez moral en grandes sectores de nuestro pueblo, por razón de la inactividad de todos los organismos de esta Honrosa Organización, ante nuestro problema. Esta actitud de falta de urgencia y diligencia de esta Organización, en cierta manera, convierte a los miembros de la misma en coautores de esta perpetuación de la colonia. En Puerto Rico, aunque no se nos arranca la lengua o los ojos por pretender ser una nación soberana, día a día, en un proceso lento se nos arranca nuestra alma y voluntad a través de las ayudas de mantengo por parte del gobierno de Estados Unidos, que quizás es peor, por el deterioro moral y social que nos ha ido causando. El tiempo transcurrido sin que se haya llevado el caso de Puerto Rico al pleno, es realmente una afrenta a los principios que guiaron a este cuerpo a aprobar las Resoluciones 1514 y 1541.

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Además nos unimos a otros amigos soberanistas, como el Lcdo. Arturo Hernández, presidente del Colegio de Abogados de Puerto Rico, en la solicitud de lo siguiente de este Docto Cuerpo:

· Que se le ponga fecha cierta al asunto de la discusión del Caso de Puerto Rico y fecha cierta para que se inicie un proceso de descolonización para nuestro país

· Que se disponga para que el proceso de descolonización se dé dentro del contexto de la autodeterminación de la Res. 1514 y la Res. 1541 de la Organización de las Naciones Unidas

· Que se le impongan sanciones a Estados Unidos si no cumpliera con los términos del proceso acordado

· Que en este proceso de descolonización se provea participación al gobierno de Estados Unidos y la comunidad internacional en las funciones de monitoría del mismo.

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Suplicamos que se actúe ahora, para que se cumpla con las metas de la humanidad que ha encausado a esta Organización de las Naciones Unidas, en la aprobación de las Resoluciones 1514 y 1541, y que de una vez por todas no le den más la espalda a Puerto Rico. Finalmente, no podemos terminar esta ponencia sin unirnos al reclamo de libertad para los presos políticos puertorriqueños.

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Muchas Gracias,

Omar López,

ALAS para Puerto Rico

sábado, 22 de mayo de 2010

El Momento de la Libre Asociación es Ahora

En estos días, como síntoma de la falta de unidad y diálogo, los proponentes de la libre asociación para Puerto Rico nos andamos comiendo por los rabos. En la mayoría de los casos, estamos todos de acuerdo en cuanto a los principios esenciales de un tratado de libre asociación fuera de la Cláusula Territorial. Las consideraciones por las cuales estamos divididos son más bien tácticas, pero pueden poner en peligro el proyecto de la libre asociación si no se atienden pronto. El fraccionamiento de nuestra lucha le vendría como anillo al dedo a los inmovilistas-colonialistas y anexionistas, que cada día se parecen más.

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Ahora más que nunca necesitamos formular una alianza que unifique la lucha soberanista en un solo movimiento pro libre asociación soberana. Encuestas recientes apuntan a que el entendimiento y apoyo a la libre asociación como opción descolonizadora se encuentra en franco crecimiento. Al mismo tiempo, el ELA colonial está cada vez más desprestigiado e indefensible. Este es el momento de coger el toro por los cuernos, formular una alianza significativa y lanzarnos en defensa de la libre asociación. El primer asalto en nuestra lucha no es contra el anexionismo sino contra el sector inmovilista-colonialista. Los votos que un día no muy lejano podrían darle la victoria a la libre asociación y enterrar para siempre la amenaza anexionista van a provenir de populares que aún están desorientados por la propaganda colonialista y asimilista, así como de independentistas que quieren alcanzar la soberanía para su nación en vez de sólo soñar con ella escuchando los discursos grandilocuentes de Rubén Berríos.

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Los muy hábiles anexionistas han fabricado una píldora venenosa que, por el momento, está surtiendo el efecto deseado por los enemigos de nuestra nación. El plebiscito criollo que han prometido contendrá una definición de asociación soberana distinta a la que seguramente propondríamos por consenso los defensores de la libre asociación. Desafortunadamente los soberanistas dentro y fuera del PPD han saltado a sus propias conclusiones sobre la estrategia a seguir ante este reto, sin que mediara un diálogo o intento alguno de lograr un consenso libre asociacionista. Unos han propuesto la abstención electoral como estrategia mientras que otros se han comprometido a defender la libre asociación a pesar de la definición impuesta. El enemigo nos ha puesto a pelear entre nosotros mismos. Eso no habría sucedido si hubiésemos tomado una mañana para sentarnos juntos como libre asociacionistas a buscar un consenso en cuanto a la estrategia a seguir. Es un concepto simple y efectivo que he bautizado en otras comunicaciones como Mesa Redonda Soberanista.

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La decisión de participar o no en un plebiscito criollo con una definición de libre asociación que no hemos tenido la oportunidad de redactar nosotros mismos no es una simple. Existen buenos argumentos tanto para la abstención como para la participación en el inminente plebiscito criollo. Sin embargo, un análisis cuidadoso de las posibilidades que se abren con una decisión u otra debe convencernos de que la participación agresiva en defensa de la libre asociación trae consigo unas oportunidades que no debemos desaprovechar. Igualmente importante son los riesgos que traería consigo la abstención.

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En teoría, una abstención electoral masiva podría enviarle al Congreso de Estados Unidos el mensaje de que el pueblo de Puerto Rico rechazó el proceso amañado del PNP. Sin embargo, cualquier fallo en la ejecución de ese plan podría salirnos muy caro. Una abstención parcial podría terminar en, por ejemplo, una votación total de 1.5 millones de votos, 70% de ellos para la estadidad. Eso les daría la oportunidad a los anexionistas de ir al Congreso a decir que los puertorriqueños han pedido la estadidad a viva voz. De hecho, no nos debería sorprender tampoco que, en un escenario como ese, el PNP intente implementar el Plan Tenesee para imponernos la estadidad.

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Por otro lado, la participación agresiva en el plebiscito garantizaría que la estadidad no obtenga una súper mayoría de votos, a la vez que nos daría la oportunidad de oficializar el creciente apoyo a la libre asociación como fórmula descolonizadora. El que la estadidad “gane” con un 45% de los votos frente a 20-25% de la libre asociación y 20-25% del ELA colonial no va a adelantar en nada la estadidad. El Congreso sabe leer y entender resultados por lo que son, o sea, 55% de los puertorriqueños rechazan la estadidad. Como mencioné antes, nuestra primera batalla es contra el inmovilismo-colonialismo. Este plebiscito criollo, si bien no lo pedimos y no está hecho a nuestra medida, podría ser el escenario de la primera gran victoria de nuestra nación.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Propuesta de Libre Asociación del Senador Antonio Fas Alzamora

Como si el inspirador discurso ofrecido por el visionario Willie Miranda Marín el 15 de febrero no hubiese sido suficiente para energizar al movimiento soberanista en Puerto Rico, el 8 de marzo le tocó al Senador Antonio Fas Alzamora hacer una contribución importantísima a esa lucha por la dignidad política y el progreso económico y social de nuestra nación. La propuesta de libre asociación presentada por Fas Alzamora, titulada “Pacto de Asociación Entre Los Gobiernos Del Estado Libre Asociado de Puerto Rico y Los Estados Unidos de América”, es una que merece toda nuestra atención pues establece las bases de un prometedor proyecto de convergencia soberanista. Tras presentar su propuesta, Fas Alzamora inmediatamente comenzó un proceso inclusivo de vistas públicas para discutir la misma y considerar enmiendas, lo cual es el paso lógico a seguir para forjar una amplia alianza soberanista.

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El hecho de que la propuesta presentada por Fas Alzamora fuera un detallado documento de más de 40 páginas, producto de más de diez meses de estudio y la participación de varios especialistas, en vez de algún panfleto con más forma que esencia, facilitará tremendamente la discusión y refinamiento de los variados puntos que atiende dicha propuesta. Esa claridad y transparencia, a su vez, le abrirán las puertas a muchos soberanistas que han dudado, con buenas razones, de las propuestas que han surgido dentro del PPD en el pasado. Además, el documento provee una definición, con lujo de detalles, de lo que es la libre asociación. Por lo tanto, cuando tanto los estadistas como los estadistas lite se lancen al ataque con sus bolas de fango, utilizando el fantasma de la república bananera, los soberanistas tendremos una definición de más de 40 páginas para taparles la boca. Por ejemplo, es muy posible que alguno de los líderes soberanistas del PPD se vea en la obligación de, en plena Asamblea General del partido, aclararle al arrodilladísimo estadista lite José Alfredo Hernández Mayoral que en el Título I, artículo 3, sección 1-b del propuesto Pacto de Asociación, se establece claramente que los puertorriqueños nacidos luego de la fecha de vigencia del pacto, de padres puertorriqueños con ciudadanía dual, tendrán también las dos ciudadanías (Puerto Rico y Estados Unidos).

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Es precisamente la inserción del concepto de ciudadanía dual en el pacto lo que, con toda probabilidad, crea un potencial de convergencia inmenso. Por un lado existe en Puerto Rico un sector importante que no estaría dispuesto a apoyar ninguna propuesta que no otorgue completa validez jurídica y reconocimiento internacional a la ciudadanía puertorriqueña. Por otro lado existe un amplio grupo de puertorriqueños que no ponen en duda su nacionalidad borincana ni por un segundo, pero sí temen, por las razones que sean, perder la ciudadanía americana. La propuesta de mantener dos ciudadanías, ambas igualmente válidas, permitirá que estos grupos se unan en un mismo movimiento patriótico, creando las condiciones propicias para derrotar de una vez por todas a las fuerzas asimilistas en nuestro país. La primera batalla se dará dentro del PPD. Sin lugar a dudas, los vientos soplan a favor de la libre asociación, mientras que nuestro estatus colonial sigue perdiendo amigos en Puerto Rico, Estados Unidos y el mundo.

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A parte de la novel añadidura del concepto de ciudadanía dual, el resto del pacto propuesto es consistente con los tratados de libre asociación que Estados Unidos mantiene con Micronesia, Palau e Islas Marshall. Los acuerdos estipulados en el documento atienden la gran mayoría de los reclamos que los sectores soberanistas consideran cruciales. Entre dichos elementos cruciales se destacan la exclusión de Puerto Rico de la cláusula territorial de Estados Unidos, el reconocimiento de nuestra personalidad jurídica internacional, la capacidad para llevar a cabo nuestras relaciones exteriores, capacidad de pactar con otras naciones, control de inmigración, control de aduana, control de las comunicaciones y derechos marítimos, entre otros. La sustitución del Tribunal Federal de Distrito por un Tribunal del Pacto compuesto por jueces de ambos países es de vital importancia ya que los soberanistas entendemos que un Puerto Rico soberano no puede atenerse a las decisiones de un tribunal de los Estados Unidos. En fin, el pacto propuesto por Fas Alzamora está muy bien diseñado.

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Ahora bien, perfecto no hay nada en la vida y el primer borrador del Pacto de Asociación no es la excepción a la regla. Con toda probabilidad las vistas públicas ayudarán a clarificar o perfeccionar algunos elementos del documento. Por ejemplo, el requerimiento de terminación del pacto sólo por acuerdo mutuo no es consistente con el concepto de soberanía. La intención del autor claramente no fue limitar la soberanía de Puerto Rico sino proteger el pacto de los vaivenes políticos tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico. Eso se puede lograr con un requerimiento menos absolutista. Por ejemplo, se podría estipular en el pacto que la terminación del mismo requiera una super mayoría de 2/3 partes de los votos en Cámara y Senado, ya sea en Estados Unidos o Puerto Rico. Con ese requerimiento aseguraríamos, sin afrenta a nuestra soberanía, que el Pacto de Asociación sobrevivirá votaciones meramente partidistas.

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Nos encontramos ante la oportunidad de reescribir nuestra historia con un movimiento de convergencia que logre el triunfo y renacimiento de la nación puertorriqueña. Si logramos trascender las pequeñeces que nos dividen y nos concentramos en el sentimiento nacional y el hambre de dignidad y progreso que nos unen, nos esperan días gloriosos. En un artículo anterior mencioné que en la primera mitad del 2010 deberíamos sentar las bases de una alianza soberanista. El discurso de Willie Miranda Marín preparó el terreno y el Pacto de Asociación de Antonio Fas Alzamora representa una base sólida sobre la cual podemos construir una alianza soberanista sin precedentes, una para los libros. Quien no quiera ser parte de la historia, que se siente a mirarnos desde las gradas. Este es el momento de crecernos, este es el momento de ser una nación.

La Razón Para Estar o No Estar (Por. Ángel Ortiz Guzmán)

El licenciado José Alfredo Hernández Mayoral ha sostenido que el desarrollo del Estado Libre Asociado se tiene que dar “dentro de y no fuera de” la Constitución de los Estados Unidos. Su aspiración es “al mayor grado de autonomía posible sin quebrar esa base de la relación”. Para el sector conservador del PPD, la aplicación a Puerto Rico de la Cláusula Territorial de la Constitución de los Estados Unidos no es problema alguno y no debe ser alterada en la propuesta de status del PPD.

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Una de las razones por lo que los soberanistas en el PPD desean una asociación entre soberanos la encontramos en el caso de Harris v. Rosario que decidió Tribunal Supremo de los Estados Unidos en 1980.

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En dicho caso, tramitado por la Corporación de Servicios Legales de Puerto Rico, en representación de nuestras familias pobres recipientes de asistencia económica bajo el programa de ayuda a niños necesitados de la ley de Seguridad Social Federal, le planteó al Tribunal una situación de discrimen en la cantidad de fondos recibidos en comparación con las familias residentes en Estados Unidos. El cuestionamiento era sencillo. ¿Por qué se permite el trato distinto a los que viven en Puerto Rico, frente a los ciudadanos norteamericanos que residen en los 50 estados?

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El planteamiento no era uno de naturaleza político partidista. Más bien, pretendía lograr equidad en la aplicación de la Constitución de los Estados Unidos a los ciudadanos americanos residentes en Puerto Rico y la obtención de mayores beneficios sociales y económicos. Sin embargo, la decisión del caso tuvo unas repercusiones muy serias en el aspecto político.

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El Supremo de Estados Unidos resolvió que la Cláusula Territorial de la Constitución federal le otorga al Congreso el poder de hacer todas las leyes que crea necesarias en cuanto al territorio bajo su poder. Añade, que el Congreso puede tratar a Puerto Rico diferente a los estados mientras exista una justificación racional para hacerlo. Esa verdad, la dirección conservadora del PPD no acaba de entenderla.

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Es precisamente por esta razón, que los soberanistas hemos defendido la adopción por el PPD del principio de soberanía en el desarrollo del ELA. Tras proclamarse la soberanía en el ELA, éste no estaría subordinado al poder plenario del Congreso bajo la cláusula territorial. Por primera vez, la autoridad federal sobre nosotros tendría límites inviolables. Dichos límites no existen en ninguna relación actual “dentro de la federación estadounidense”.

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Es bueno que el pueblo puertorriqueño entienda las implicaciones de estar o no estar inmersos en la cláusula territorial. El planteamiento de quedar excluidos de la misma no es un mero capricho. Persigue, entre otras cosas, acabar con el discrimen legalizado bajo el manto del poder plenario del Congreso de los Estados Unidos para sustituirlo por una asociación claramente basada en soberanía y pleno consentimiento mutuo. Lo que se acuerde, en términos de asistencia social no podrá alterarse unilateralmente por el Congreso. Así es en los tratados de libre asociación entre Estados Unidos y varias islas del Pacífico.

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El ELA dentro de la federación de los Estados Unidos, continuaría estando subordinado al poder del Congreso bajo la cláusula territorial, sería una relación colonial en la que el Congreso podría discriminar siempre que alegue una justificación racional para hacerlo. Además, el Congreso de Estados Unidos retendría el poder de legislar unilateralmente sobre nuestro país.

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Al ELA quedar excluido de la cláusula territorial, y si se establece específicamente en el tratado de asociación que no se discriminará contra los ciudadanos americanos de Puerto Rico en cuanto a su elegibilidad, en igualdad de condiciones a los ciudadanos del Norte, en programas de bienestar social, entonces, injusticias como la del caso de Harris v. Rosario, que afectó a cientos de miles de familias puertorriqueñas con niños necesitados, no se volverá a repetir.

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En una Asociación con soberanía, los poderes que ejerzan los Estados Unidos sobre Puerto Rico serían aquellos que expresamente deleguen los puertorriqueños. De este modo se habrán aclarado las premisas de la relación de asociación de manera que quede claro que es Puerto Rico y no el Congreso de Estados Unidos, el que ejerce su soberanía de pueblo para determinar qué áreas delegará válidamente al gobierno de Estados Unidos para que éste las administre. La diferencia de estar subordinados o no a la cláusula territorial tiene mucho que ver con la definición existencial que tenemos que tomar como puertorriqueños de ser nosotros mismos quienes mandemos en nuestra casa.

lunes, 15 de febrero de 2010

Mensaje de William Miranda Marín, pronunciado hoy durante la conmemoración del natalicio de Luis Muñoz Marín

“COLOQUEMOS DE NUEVO A PUERTO RICO EN LA RUTA DE LA PROSPERIDAD Y LA EQUIDAD”

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Señor Presidente de la Junta de Directores de la Fundación Luis Muñoz Marín, licenciado Emilio Piñero Ferrer; señoras y señores miembros de la Junta de Directores de la Fundación; familiares de don Luis Muñoz Marín y doña Inés María Mendoza; señora ex gobernadora de Puerto Rico, doña Sila María Calderón; señor ex gobernador de Puerto Rico, don Aníbal Acevedo Vilá; señores miembros de la Asamblea Legislativa; compañeros alcaldes; distinguidos miembros de la prensa; amigas y amigos todos:

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Quiero comenzar mi mensaje en el día de hoy, expresando mi profundo agradecimiento a los miembros de la junta de directores de la Fundación Luis Muñoz Marín, por el reconocimiento que me han conferido con esta invitación. Este honor, que humildemente he aceptado, se convierte en una responsabilidad inmensa, por darse en una coyuntura muy particular de mi vida personal, y lo que es más importante, en un momento muy delicado –y me permito decir que trascendental– para la vida patria.

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El estudio de nuestra historia contemporánea como nación caribeña nos permite comprender que don Luis Muñoz Marín, cuya vida, obra, pensamiento y legado hoy recordamos, enfrentó una coyuntura crítica en los albores de su vida política. Pero también nos demuestra que él supo responder con mucho desprendimiento, vocación innovadora y sentido de justicia, a las necesidades imperiosas y complejas del Puerto Rico golpeado y frágil de la década del treinta y comienzos de los cuarenta.

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Llegué al mundo en esa coyuntura; nací en 1940, justo el año de la victoria que colocó a Luis Muñoz Marín en la presidencia del Senado de Puerto Rico. Si el hijo de un cortador de caña y una despalilladora de tabaco tiene el privilegio de dirigirse a ustedes en esta mañana, es porque las condiciones paupérrimas en las que crecí fueron gradualmente transformándose, hasta colocarnos en la ruta de la autosuficiencia. Esto, por supuesto, gracias al esfuerzo de mi familia y el mío propio, pero gracias también a la transformación social impulsada por la revolución que hizo posible la ruptura política que lideró don Luis Muñoz Marín y, con ella, el fin de muchas exclusiones e injusticias sociales que agobiaban a familias como la mía.

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Y hablo de ruptura porque es importante no olvidarlo: Muñoz Marín, como todo líder valiente y atento a sus circunstancias, fue una figura de ruptura. Con sus luces y sus sombras, Muñoz abrazó la urgencia de “justicia obliga” e impulsó un proyecto transformador que le devolvió la esperanza, la dignidad y la inspiración a un pueblo maltratado por los dueños de la tierra y sus colaboradores, esa tierra bendita que con sus manos, su sudor y su esfuerzo, trabajaban.

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De ahí que el mejor homenaje que podamos hacer hoy a la memoria y a las enseñanzas de don Luis Muñoz Marín, sea pensar con rigor y honestidad intelectual, no sólo la realidad económica, política y social por la que atravesamos hace ya unas cuantas décadas, sino sobre la urgente necesidad de responder creativa y novedosamente al complejo escenario que nos trae la presente realidad internacional. Porque algo debe quedar claro de entrada: si queremos rendir tributo a la memoria de Luis Muñoz Marín, no es aferrándonos tímidamente a soluciones útiles en otros tiempos, sino ideando “nuevos caminos para viejos objetivos”. Es decir, construyendo nuevas respuestas y rutas para continuar el devenir de nuestro pueblo en la búsqueda de la prosperidad y la justicia social, pero con modelos y estrategias que sean cónsonos con los signos de estos tiempos. Y es que más que nada, si queremos rendir un tributo que esté a la altura de la gesta muñocista, nosotros también estamos llamados a ser figuras de ruptura.

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No sería completamente honesto si les dijera que la ruptura creativa impulsada por Luis Muñoz Marín, que posibilitó la creación del Partido Popular Democrático en 1938 y del Estado Libre Asociado en 1952, y que desembocó en una importante transformación social y económica de nuestra Isla, fue obra y gracia únicamente de su liderazgo y desempeño político. No hay duda que la realidad del mundo de la posguerra y el inicio de la llamada Guerra Fría, crearon las condiciones idóneas en Puerto Rico, Estados Unidos, la región caribeña y el mundo, para que el proyecto muñocista tomara esa ruta y fuera viable.

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Pero no debemos olvidar que hay mucho mérito en saber atisbar las oportunidades y aprovecharlas en el momento oportuno. Muñoz Marín lo hizo con genial grandeza. Desde luego, el Vate tampoco aprovechó a solas las ventajas de ese escenario. Está claro que la política y el servicio público no son carreras para lobos solitarios. Muñoz Marín tuvo la sabiduría de aglutinar en torno suyo a un excelente y talentoso equipo de trabajo compuesto por personas de todas las edades, motivadas, bien capacitadas y visionarias, pero sobre todo con un compromiso ejemplar con Puerto Rico. Personas que fueron capaces de articular un plan de acción, a partir de un enfoque estratégico e innovador. Un equipo que no le tuvo miedo a romper con la manera de hacer política, con las estructuras políticas, con los intereses económicos y con los discursos políticos de entonces. Un equipo que fue capaz de refundar la política como política ilustrada, poniendo la inteligencia y el arrojo al servicio de la transformación de nuestra patria. Un equipo que honró la entrega casi misionera del servicio público al servicio de los ciudadanos, y no como hoy tristemente lo entienden muchos, que utilizan los bienes públicos para servirse a sí mismos, así como a sus familiares y amigos.

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Cuando estudiamos muchos de los indicadores económicos y sociales disponibles de la época, casi un cuarto de siglo del 1940 al 1965, constatamos que los resultados de aquel proyecto de país liderado por don Luis Muñoz Marín, fueron indudablemente transformadores. Pero cuando echamos el mismo vistazo a los 45 años que le han seguido hasta hoy, casi medio siglo, ¿con qué nos encontramos? Tristemente constatamos que todos los indicadores de transformación y crecimiento positivos dejaron de anunciarnos buenos resultados. Desde entonces, el crecimiento anual promedio del producto nacional bruto ha ido por lo general reduciéndose hasta colocarse en menos cuatro punto cinco por ciento en 2009.

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Incapaces nuestros dirigentes de detectar la pérdida de valor de nuestro modelo económico y político, en esos 45 años no han podido evitar o detener el retroceso. Pasamos de la política ilustrada a la politiquería. Pasamos de la ayuda mutua y el esfuerzo propio, a la lógica de la dependencia y el mantengo. Pasamos de un sólido respaldo al Estado Libre Asociado a un crecimiento sostenido del anexionismo. No hemos querido darnos cuenta que las circunstancias geopolíticas del país cambiaron, y con ellas se fueron deshaciendo las ventajas competitivas de nuestro modelo económico y político.

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La idea que Puerto Rico es el país con la mejor situación económica del Caribe quedó en el pasado. Hoy, pueblos hermanos como San Vicente y las Granadinas, Barbados, Antigua y Barbuda, Trinidad y Tobago y Bahamas tienen un ingreso per cápita mayor que el de Puerto Rico. Pero, a pesar de ello, muchos siguen pensando que vivimos en el mejor de los mundos posibles.

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Hemos vivido pasivamente la fragmentación social y política del país con una consecuente y preocupante pérdida de confianza mutua y capital social. Esto, sin darnos cuenta, nos ha llevado gradualmente a perder el propósito unitario de país.

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Hemos sufrido la pérdida de conquistas importantes, tales como las exoneraciones contributivas y los comités de ajustes de salario, que eran mecanismos compensatorios importantes para viabilizar la competitividad de Puerto Rico. Como sabemos, estos instrumentos nos ayudaban a compensar nuestros altos costos de producción –tales como la marina mercante norteamericana– al estar nuestra economía íntimamente ligada a la de Estados Unidos, cuyos costos son de los más altos del mundo.

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Pero a nadie le doy una noticia al decirles que vivimos una crisis económica y social sin precedentes. Tampoco de nada vale intentar identificar culpables de este casi medio siglo perdido. Creo que somos más valientes y honestos si nos asumimos todos como responsables de no haber sabido responder a los cambios y a las consecuencias de nuestra realidad política y social. Las consecuencias son palpables en los indicadores del Puerto Rico de nuestros días. En los últimos dos años, nuestra economía retrocedió al nivel en el que se encontraba diez años atrás. En el 2009 nada más, se perdieron ochenta y dos mil empleos. En consecuencia, el desempleo ronda el dieciséis por ciento, que implica la existencia de un cuarto de millón de ciudadanos que están buscando trabajo, pero no lo consiguen. La tasa de participación laboral, que en 1950 era de cincuenta y cinco punto cinco por ciento se ha reducido a su nivel más bajo, cuarenta y tres por ciento, que se traduce en la existencia de un cincuenta y siete por ciento de nuestra fuerza productiva, personas capacitadas entre los 16 y los 66 años, que no participan de ninguna actividad en la economía formal. ¡Más de la mitad de nuestra población productiva viviendo del modelo asistencialista y la economía informal!

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La gestión de Fomento, piedra angular del desarrollo económico propiciado durante la exitosa operación Manos a la Obra, hoy es básicamente inexistente. El sistema bancario, que como decía un amigo recientemente es el aceite que hace funcionar el motor de nuestra economía, está en un estado de absoluta y preocupante fragilidad estructural. La industria de la construcción se encuentra al borde de la paralización total. El valor de la vivienda nueva en el 2009 cayó en un cuarenta y ocho por ciento en relación con el 2008. El sector manufacturero, espina dorsal de la economía por varias décadas, sigue achicándose cada día y enfrentando serias amenazas.

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El clima de inseguridad ciudadana, fruto de una criminalidad rampante y de un aumento sostenido en el número de asesinatos, ha llegado a niveles alarmantes. Se insiste, sin embargo, en una mirada punitiva al problema de la adicción, causa principal de la actividad delictiva, cuando una y otra vez ha quedado demostrado que esa ruta sólo lleva al fracaso.

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La educación pública no es más que un salidero de recursos sin rumbo ni propósito pertinente a la niñez y juventud de nuestros tiempos. Sólo un dieciocho por ciento de la población puertorriqueña completa un grado universitario.

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Tal parece, queridos compatriotas, que en Puerto Rico todos los factores que antes contribuyeron a generar prosperidad y crecimiento están en retroceso, son inoperantes o han perdido su viabilidad. Y lo que más agrava la situación es el hecho de que ninguno de nuestros dirigentes parece tener idea de qué hacer para reinventarnos como país, recuperarnos de este casi medio siglo perdido y devolvernos a la ruta de la prosperidad. De ahí que la incertidumbre y el desasosiego en nuestro pueblo crezcan cada vez más, sumergiéndonos en un pesimismo que promueve el inmovilismo y la inacción, contribuyendo con ello a ahondar más la crisis. Es un círculo vicioso. Al ritmo que vamos, si no cambiamos de manera contundente nuestro rumbo, perderemos todo lo ganado como país en los últimos setenta años.

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No obstante, irresponsable sería yo si me limitara a compartirles estos hechos, que muchos de ustedes conocen, y a expresarles mi preocupación al respecto. Mi deber y el deber de todos los habitantes de esta bendita tierra es ir más allá. ¡Atrevernos a ir más allá! Nos corresponde asumir la responsabilidad patriótica de involucrarnos, sin miedo, directamente, logrando convergencias, en el diseño y ejecución de un plan para transformar esta realidad económica y social que padecemos.

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Y para ello, como para don Luis Muñoz Marín en su tiempo, es necesaria una ruptura. Una ruptura que haga posible crear las condiciones políticas que viabilicen un nuevo proyecto de país. Un proyecto innovador y valiente, que sea capaz de hacerle frente, de manera efectiva, al desasosiego y la crisis sostenida del país luego de casi medio siglo de retroceso. Un proyecto de país capaz de exiliar la politiquería y a los politiqueros, y hacer posible un regreso de la política ilustrada y capaz; a las convergencias para lograr una agenda común y el retorno a un servicio público entusiasta, visionario y honesto.

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¿Es posible, me preguntarán tal vez ustedes, semejante regreso? ¿Es factible crear hoy unas condiciones similares a las que vivió Puerto Rico en 1940 y detonar un proceso transformador como el experimentado entre ese año y 1965? ¿Es posible, en fin, salir de la trampa en que nos hemos metido y construir un nuevo proyecto y una nueva viabilidad para nuestra patria? Mi respuesta contundente a todos ustedes es que estoy absolutamente convencido de que sí es posible.

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Pero es posible, si reconocemos, sin miedo y con esperanza, que vivimos en un nuevo escenario político y económico global. Admitimos que las consecuencias de la mundialización para nuestra economía, para la economía norteamericana y para la economía regional y mundial, nos obligan a elegir –insisto en esa frase de Muñoz– nuevos caminos hacia viejos objetivos. El ELA fue uno de esos nuevos caminos para su época. ¿Cuáles van a ser los nuestros?

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En el 1946, Luis Muñoz Marín le explicó al país que esos nuevos caminos lo alejaban de la lucha por la independencia ante una imperiosa necesidad que lo obligaba a buscar y cito: “los medios de que haya la libertad de gobernarse sin la esclavitud a la amenaza del hambre” . Hoy, en el nuevo escenario geoeconómico global, aspirar a la soberanía política, al gobierno propio capaz de relacionarse de tú a tú con todos los países del mundo sin pedirle permiso a nadie, no es como se pensaba en otros tiempos y como dijo Muñoz, esclavizarse a la amenaza del hambre. ¡El mundo ha cambiado! La realidad es otra. Y la soberanía política es hoy, por el contrario, la herramienta indispensable para construir el proyecto colectivo de un pueblo.

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En un Puerto Rico soberano tendríamos el poder para crear los mecanismos compensatorios que nos permitan volver a ser competitivos. En el Estado Libre Asociado ya no hay espacio para eso. Estados Unidos busca cada vez más la uniformidad y no hay lugar allí para legitimar mecanismos compensatorios en un territorio por vía de excepción. La soberanía política es, ante todo, un proyecto para recobrar la viabilidad económica del país que ni la estadidad ni la colonia hacen factible. Armados con los poderes políticos que nos daría la soberanía, estoy absolutamente convencido que podemos encauzar a nuestro amado Puerto Rico de nuevo por la ruta de la prosperidad. Además de este nuevo proyecto político, como lo fue el ELA en su época, ¿que más necesitamos?

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Necesitamos un equipo de personas arrojadas, preparadas, comprometidas, motivadas y visionarias, provenientes de todos los partidos y grupos políticos, de todos los segmentos de edad, dispuestas a entregarle su mejor esfuerzo a la reconstrucción nacional, mediante un proyecto de país con estrategias concretas y precisas, a la altura de nuestros tiempos.

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Necesitamos renunciar a la improvisación y a los espectáculos mediáticos para consumo de las gradas, y operar de manera rigurosa conforme a un pensamiento y plan estratégico que guíen nuestra gestión en la consecución de la agenda común del país.

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Necesitamos hacer lo que haya que hacer, sin que consideraciones políticas cortoplacistas secuestren el compromiso de la gestión política que el país exige. Pensar en las nuevas generaciones y no cobardemente en las próximas elecciones.

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Necesitamos llamar a las cosas por su nombre, perdiéndole el miedo a las palabras, a los significados y a la verdad histórica. Errores a lo que son errores, colonia a lo que es colonia, soberanía a lo que es soberanía, nación a lo que es nación, patria a lo que es patria, independencia a lo que es independencia, estadidad a lo que es estadidad, miedo a lo que es miedo, prosperidad a lo que es prosperidad, desarrollo a lo que es desarrollo, corrupción a lo que es corrupción, y dignidad a lo que es dignidad.

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Necesitamos, sobre todo, un nuevo modelo de desarro¬llo económico que tenga a la competitividad, la sosteni¬bilidad y protección de nuestro ambiente, la tecnología, y la investigación y el desarrollo, como imperativos. Un modelo que en virtud de los derechos que concede la sobe¬ranía política, nos permita abrirnos al mundo e insertarnos como actores en el tablero económico global, como, por ejemplo, la negociación de tratados con otros países.

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Un modelo económico orientado a la promoción de una cultura de emprendimientos más que a la creación de buenos empleados, y de una cultura de creadores de patentes y conocimiento más que de manufactureros.

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Un modelo económico que amplíe los espacios de participación del movimiento cooperativo y honre los pilares de una economía solidaria.

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Un modelo económico impulsado gracias a un pacto laboral por la competitividad que nos permita trascender la lucha sindical miope y la ambición empresarial desenfrenada, para dar paso a una nueva era de solidaridad productiva.

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Y un modelo económico que deje de mirar con sospechas la tierra que trabajaron nuestros antepasados y se comprometa con seriedad a impulsar una revolución agroindustrial, a crear programas de sustitución de importaciones y a establecer políticas claras e innovadoras de protección del sector agrícola.

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Pero necesitamos más:

Necesitamos un enfoque salubrista en la atención y manejo del problema de las adicciones y la violencia. La soberanía política amplía nuestros espacios para poner límites de manera creativa y valiente a ese flagelo que está llevándose la vida de muchos jóvenes boricuas, y que nos permita reducir la población penal así como los costos operacionales del sistema correccional.

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Necesitamos no poner más parches a la violencia familiar y a los problemas de salud mental en nuestra tierra. Es hora de atrevernos a innovar y exigir resultados en la atención a los problemas de salud mental que mantienen a tantos ciudadanos en círculos viciosos y repetitivos. Es hora de tratar a nuestros enfermos mentales respetando siempre su dignidad de ciudadanos sin infantilizarlos ni negarle sus derechos.

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Necesitamos viabilizar la seguridad en nuestras calles como el resultado de un esfuerzo serio y sostenido de construcción de cultura ciudadana y acuerdos de convivencia. Sólo si somos capaces de vivir juntos y respetarnos unos a otros en todo tipo de interacciones cotidianas, es que llegaremos a crear un nuevo clima de serenidad y de confianza.

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Necesitamos reinventar nuestro proyecto educativo asegurando que educamos para la inclusión social, para ser actores y creadores en la sociedad del conocimiento, local y mundialmente, y con un amor entrañable a Puerto Rico; y hacerlo desde una organización descentralizada.

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Necesitamos reinventar nuestra comunidad política de un modo que responda a nuestra realidad contemporánea: con la creación de un sistema de oposiciones para la selección y el reclutamiento de los jueces que garantice la independencia judicial; con la descentralización del gobierno y el protagonismo de las regiones y ciudades, a través de sus propios actores; con un Gobierno Central ágil enfocado en lo estratégico y determinado a una reducción sostenida del gasto público; y con una nueva legislatura con ciudadanos legisladores, a tiempo parcial, que permita un ahorro multimillonario que lo destinemos a crear un fondo para financiar iniciativas de investigación y desarrollo, como instrumento clave del nuevo modelo económico.

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Necesitamos tratar la salud como una responsabilidad compartida entre los ciudadanos y el Estado. Una gestión de la salud cuya primera prioridad sea la prevención y la promoción de estilos de vida saludables, y en la que la segunda prioridad sea la creación de un sistema de salud universal.

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Necesitamos reinventar nuestro sistema contributivo para que genere los ingresos que necesita un gobierno como el que se propone, eficiente y eficaz. Reinvención que nos permita, además de poder competir globalmente, promover la justicia y solidaridad contributiva ampliando la base contributiva, promoviendo el trabajo y la productividad, y creando las condiciones para la eliminación parcial y gradualmente de la contribución sobre ingresos, trayendo al panorama el impuesto al valor agregado (IVA).

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Necesitamos sustituir la subcultura del automóvil por una cultura de transportación colectiva, organizando nuestras ciudades de manera rigurosa conforme a ella.

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Necesitamos movernos gradualmente de la democracia falsamente representativa a la democracia participativa y que conforme al modelo de gobernanza democrática que hemos experimentado en Caguas, aseguremos el regreso de los ciudadanos como actores políticos y el retiro de los po¬litiqueros que por tantos años han vivido del repliegue de los ciudadanos.

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Necesitamos llevar a cabo una convocatoria a la reconstrucción nacional invitando a todo el talento exiliado a retornar al país. Que todas las hermanas y hermanos que tuvieron que irse porque no encontraron espacio para sus proyectos personales y profesionales en la Isla, hallen en el nuevo proyecto de país un espacio y una ilusión que los haga sentirse convocados a regresar.

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Estos, mis queridos compatriotas, son algunos de los pilares de ese nuevo proyecto de país que creo sinceramente nos colocará a la altura de los signos de nuestros tiempos y nos encausará de nuevo a la prosperidad. Pilares con los que, estoy seguro, estaría de acuerdo Luis Muñoz Marín si se encontrara entre nosotros hoy. Pilares que hablan de apostar a un esfuerzo que no permita que nos dejemos derrotar por las circunstancias ni que nos acomodemos mansamente a ellas, pues se trata de un proyecto que busca atacar las causas de nuestros problemas harto conocidos, y trabajar soluciones que los resolverían.

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Asumir ese proyecto, requiere que seamos capaces de no tener temor; que podamos, como nos exigió doña Inés, andar de frente y sin miedo. Ese caminar marcado por la valentía es el que le ha permitido a tantas y tantos puertorriqueños, en muchísimos escenarios, dar lo mejor de sí, sobre todo cuando no nos dejamos dividir por deslealtades impuestas.

Esa capacidad para el arrojo y la valentía requiere igualmente que desarrollemos la habilidad para no dejarnos derrumbar por las dificultades que la vida, con sus coyunturas difíciles y complejas, como ésta, nos presentan. Que recordemos, como señalan los psicólogos Jackson y Watkin, que no “son tanto los malos tiempos los que determinan nuestro éxito o fracaso, como el modo en que respondemos a esos malos tiempos”. Si ante la adversidad nos declaramos derrotados de entrada, la adversidad triunfará con fuerza y nos dejará sin energías para dar la batalla.

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Si ante las dificultades nos quejamos desde el pasivo lugar de la víctima y esperamos por un amo colonial que se encargue de rescatarnos de nuestro sufrimiento como pueblo, perderemos de perspectiva lo más importante. Se trata de que nos toca a nosotros mismos sacudirnos del lugar pasivo de la víctima y apoderarnos de nuestra realidad, haciéndonos cargo de transformar, con nuestro esfuerzo, nuestras condiciones de vida. Sólo así podremos salir adelante y asumir nuestro destino como nación borincana.

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Y les digo esto con conocimiento de causa por una experiencia personal que muchos, sino todos ustedes, de algún modo han conocido. El 16 de septiembre de 2009 mi vida cambió de manera dramática y significativa. Un malestar abdominal se convirtió en la señal de algo mucho más complejo y peligroso que estaba ocurriendo en mi cuerpo. Me sometí a los estudios médicos de rigor y días después fui diagnosticado con cáncer. Las horas justo antes y después de conocer el diagnóstico, angustiosas por demás, fueron horas en las que mi cabeza no paraba de pensar en escenarios, riesgos y posibilidades. Fueron horas en que se cocinaban en mi alma distintas posibles respuestas emocionales al hecho médico que me sería comunicado.

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Meses después, cuando no sólo he superado la expectativa de vida que pronosticó el primer oncólogo que me atendió, sino que cada día mi cuerpo me comunica mayor bienestar y los estudios médicos revelan que voy, con la ayuda de Dios y de muchos seres y ciudadanos queridos, ganando esta importante batalla, puedo entender algo muy importante que ha hecho una gran diferencia.

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En aquellas horas de reflexión y pensamiento en que procesaba la noticia de mi padecimiento y enfrentaba el golpe de la crisis en mi salud, la vida puso ante mí la posibilidad de una elección. Podía elegir colgar los guantes y sentir que era una batalla perdida de antemano, o podía elegir dar la lucha y darla con una actitud de triunfo y convencido de que la actitud misma es medular para el logro de nuestros propósitos. Gracias a Dios elegí la segunda ruta y hoy soy testigo de los resultados de mi decisión.

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Y no se trata de una actitud para tener por unos días pensando que la crisis y las dificultades serán pasajeras. Se trata de un compromiso sostenido con una actitud vital de lucha, entusiasmo y esperanza. Las grandes pruebas que enfrentamos los seres humanos y los pueblos son siempre prolongadas y requieren un esfuerzo sostenido. La lengua española tiene una hermosa palabra para nombrar ese reto: tenacidad, tenacidad, tenacidad.

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Es por eso que al recordar las famosas palabras del pensador español José Ortega y Gasset, “yo soy yo y mis circunstancias… y si no las salvo a ellas, no me salvo yo”, quiero invitarles a que así como yo he hecho frente al reto de mi enfermedad, como nación borincana y frente a la necesidad de construir un nuevo proyecto de país, abracemos todos el desafío de la tenacidad. Si somos firmes y consistentes en nuestros esfuerzos y los emprendemos con la actitud vital correcta, saldremos adelante. No permitamos que el desasosiego nos arrope. Pongamos todo nuestro entusiasmo para que en el proceso de construir y adelantar este nuevo proyecto de país, el esfuerzo y la esperanza sean siempre nuestro norte.

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La otra clave importante, mis queridos compatriotas, para asegurar el éxito de este nuevo proyecto de país, radica en la capacidad que tengamos de trabajarlo todos juntos. Y cuando digo todos me refiero a que hagamos una invitación a las líderes y los líderes puertorriqueños residentes dentro y fuera de la Isla a colaborar juntos. A que seamos capaces de aprovechar esta nueva coyuntura para convertirla en una oportunidad para la reconciliación, la convergencia, el tendido de puentes y la confianza.

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El proyecto muñocista, como todo proyecto político exitoso y hegemónico, si bien tuvo éxitos notables al superar muchas exclusiones sociales por la vía de la articulación de políticas de justicia social, también produjo dolorosas exclusiones políticas que generaron férreas oposiciones y produjeron heridas entre independentistas y muñocistas, entre muñocistas y nacionalistas, y entre muñocistas y anexionistas. El mismo Muñoz Marín, en los últimos años de vida, sentía el dolor que aquellas violentas fragmentaciones habían causado. Su carta a los hijos de Vicente Géigel Polanco, sus expresiones sobre Roberto Sánchez Vilella y sus conversaciones con el maestro Pancho Rodón nos lo confirman. De ahí que al convocar a todos los sectores a la construcción de un nuevo proyecto de país, lo hagamos conscientes de la importancia del diálogo transformador, de la reconciliación y de la concertación.

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Pero que lo hagamos conscientes de algo igualmente relevante: de la importancia de recobrar la confianza en nosotros mismos, en nuestro potencial y en nuestra capacidad para la ilusión y la imaginación, que nos permitan rescatar al país y encaminarlo a un futuro próspero, justo y prometedor para todas y todos.

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Es por eso, mis queridos compatriotas, que les hago un llamado para que juntos emprendamos una gestión de gobernanza democrática y de mucho desprendimiento patriótico, que nos permita crear un movimiento ciudadano que se convierta en una mayoría electoral indiscutible de cara a las elecciones de 2012; un movimiento liderado por hombres y mujeres capaces, honestos, valientes, visionarios y que pongan a Puerto Rico por encima de todo.

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¿Podrá el Partido Popular Democrático fundado por Luis Muñoz Marín constituirse nuevamente en ese movimiento? Creo que dependerá de la capacidad de sus líderes para ser fieles a la vocación muñocista de ruptura cuando las circunstancias históricas así lo demandan o de su temor a abrirse a nuevas posibilidades que trasciendan los logros y alcances del proyecto político muñocista.

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Don Luis Muñoz Marín, en una carta del 13 de junio de 1972, enviada desde Roma al buen puertorriqueño Samuel Badillo, señalaba lo siguiente: “En algún momento del futuro creo que Puerto Rico va a demandar un partido de mayor avance, más radical en el sentido de que vaya más a la raíz (en latín radex) de los problemas del país”.

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Y en su diario a finales de la década del setenta, Don Luis escribía lo siguiente: “Yo veo los defectos del Partido Popular, y si creyera que debía derrotarse para bien de Puerto Rico no debía tener impedimentos, sino más bien estímulos de conciencia para hacerlo”.

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A los líderes y militantes del Partido Popular este momento histórico nos enfrenta a un dilema ético crucial: o nos aferramos al pasado o nos atrevemos a innovar y abrir nuevos caminos para el futuro. El padre de la gerencia moderna, Peter Drucker, supo sintetizar este reto muy bien al señalar que “el peligro más grande en tiempos de turbulencia no es la turbulencia sino el que actuemos conforme a la lógica del pasado”. En mi caso, lo tengo claro y decidido: más que popular siento y entiendo que esta coyuntura histórica me exige ser muñocista y asumir esa vocación de ruptura y transformación que don Luis Muñoz Marín nos legó.

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No podemos tener miedo ni aferrarnos a la lógica del pasado. Tenemos el deber patriótico de vivir y responder al presente. Nadie lo dijo mejor que el mismo don Luis Muñoz Marín: “Los líderes de Puerto Rico –no solamente los líderes políticos, sino los económicos, los culturales, los religiosos–, tenemos la obligación de conciencia de guiar, esclarecer, iluminar, crear, dentro de estas realidades. No podemos proceder fútilmente, dentro de lo que a nosotros, con abandono romántico, nos gustaría que fueran las realidades. No podemos ser en la vida pública poetas a medias. Tenemos que ser poetas buenos, o por lo menos prosistas competentes”.

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Concluyo convocando a todos los compatriotas de buena voluntad y amor a Puerto Rico a seguir el consejo de don Luis y a convertirse en protagonistas activos en la reconstrucción urgente que necesita nuestro país para devolverlo a la ruta de la prosperidad y la justicia. Muñoz, desde el cielo, nos lo va a agradecer.

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¡Muchas gracias!