viernes, 19 de octubre de 2012

Hacia la Convergencia y Unidad Nacional con el ELA Soberano

Estados Unidos ya le ha comunicado en más de una ocasión a los puertorriqueños cuáles son las opciones permanentes de estatus que nuestro pueblo tiene disponibles. No nos han dicho todo lo que piensan sobre el tema, ni lo harán, pero sí han sido claros en que el estatus final de Puerto Rico tiene que ser una de tres opciones: estadidad, independencia o un pacto de asociación no territorial. Nos han adelantado además que mientras nos mantengamos en el actual estatus territorial, seremos objeto de tantos plebiscitos como sean necesarios hasta que escojamos una de esas tres opciones no territoriales (léase descolonizadoras). Por lo tanto, si en el plebiscito del 6 de noviembre el pueblo eligiera mantener el estatus territorial, eso sólo garantizaría otro plebiscito futuro. Para los que rechazamos la anexión y reafirmamos nuestra identidad boricua y latinoamericana, el conservadurismo es nuestro peor enemigo ya que jugar sólo a la defensa podría propiciar un triunfo estadista tarde o temprano.

Tenemos en nuestras manos decidir que este sea el último plebiscito en el que tengamos que vencer a la estadidad, esa constante amenaza a nuestra dignidad y nacionalidad puertorriqueña. Si el ELA Soberano alcanzara el 50% de los votos en el plebiscito del 6 de noviembre, le ganaríamos a la estadidad no una batalla más, sino la guerra. Los que le dicen al pueblo que este plebiscito no es vinculante no están diciendo toda la verdad. La realidad es que cualquier expresión clara de nuestro pueblo va a inclinar la balanza a un lado u otro y echará a andar un proceso de diálogo y transición hacia la alternativa favorecida. Esta historia no la van a escribir los estadistas. Al fin y al cabo, ellos son una constante porque sabemos a ciencia cierta que van a salir a votar masivamente por la estadidad. Ellos representan alrededor del 46% del electorado y así lo comienzan a confirmar las encuestas. El restante 54% va a escribir esta historia porque aún no sabemos qué van a hacer. Yo escribo para ese 54%. Si tú, amigo o amiga que estás leyendo este artículo, estás en ese 54%, yo te pido que abras tu mente y tu corazón para dejar entrar una idea nueva, una idea que puede salvar nuestro país. Esa idea es la convergencia.

La convergencia es el antónimo de la divergencia. Los puertorriqueños estamos acostumbrados a la divergencia política. Grupos de personas que tienen muchas creencias y valores en común encuentran razones para divergir y separarse, perdiendo así la oportunidad de adelantar metas comunes. Los independentistas, que unidos serían tal vez más del 7% del electorado, se han dividido en varios grupos que sólo logran cancelarse unos a otros. Los soberanistas se han dividido también basados en partidos políticos y preferencias de mecanismos procesales. Los estadistas, sin embargo, no divergen sino que convergen. Por eso es que sabemos que sus votos por la estadidad están asegurados. Ellos no se preocupan por detallitos sino que se concentran en ser estadistas. Su convergencia se basa en el tema central de que su nación es los Estados Unidos y quieren que esa nación absorba, se trague a este archipiélago que el resto de nosotros sentimos es nuestro país, nuestra nación.

Para nosotros, ese 54% que somos puertorriqueños incondicionales, el llamado a defender nuestra identidad nacional debería ser razón de sobra para caminar juntos. ¿Quiénes componemos esa mayoría y por qué nos ha eludido la unidad? Un grupo muy amplio dentro de esa mayoría son autonomistas conservadores. Son autonomistas porque se sienten puertorriqueños, pero temen perder la ciudadanía americana y la seguridad económica que perciben tener al Puerto Rico mantener una relación cercana con los Estados Unidos. Otro grupo, también muy amplio, está compuesto por autonomistas liberales y soberanistas que favorecen un modelo de asociación no territorial con Estados Unidos. Este grupo representa el centro del espectro político no estadista. Otro grupo, menos amplio pero importantísimo, está compuesto por independentistas de diversas escuelas de pensamiento con respecto a cómo debería ser un Puerto Rico independiente. A pesar de que hay diferencias importantes entre estos tres grupos, son más las cosas que nos unen que las que nos separan. Si cada uno de estos grupos sigue persiguiendo su objetivo particular, limitándose a su parcela ideológica, nuestra mayoría seguirá dispersada en varias minorías y terminaremos viendo como una minoría anexionista bien consolidada nos roba el país. La convergencia es nuestra única forma de lograr la victoria definitiva sobre el anexionismo y asegurar nuestro lugar en el mundo como la nación que somos.

La convergencia sólo se puede dar cuando cada grupo está dispuesto a ceder algo para lograr una solución conciliadora. Imagínense que en un esfuerzo patriótico por lograr la convergencia de esa mayoría de 54%, cada uno de los tres grupos que la componen nombrara a un representante para conformar un comité de trabajo que negociara y diseñara un proyecto político de unidad nacional. Es fácil imaginarse lo que se discutiría en esa mesa de negociación. El representante independentista descartaría inmediatamente mantener el actual estatus territorial. Así mismo, el representante autonomista conservador descartaría inmediatamente la independencia. Así las cosas, sólo quedaría espacio para redactar un pacto de asociación con Estados Unidos fuera de la clausula territorial. Sin embargo, el representante autonomista liberal, o soberanista, tendría que estar dispuesto a redactar un pacto de asociación que les garantice ciertas cosas de vital importancia a los otros dos representantes. El representante autonomista conservador querría garantizar la permanencia de la ciudadanía americana, la defensa común, el uso del dólar, los beneficios federales adquiridos y aportaciones financieras de Estados Unidos para impulsar el desarrollo de nuestra economía. Por otro lado, el representante independentista querría garantizar el reconocimiento de la ciudadanía puertorriqueña, el control de nuestra inmigración y aduanas, la eliminación en Puerto Rico de las leyes de cabotaje, la limitación jurisdiccional del Tribunal Federal en nuestro país, la representación diplomática internacional propia y la capacidad para establecer tratados económicos con otros países, entre otras cosas. El pacto de asociación resultante de dicha negociación sería exactamente igual al ELA Soberano por el que tenemos la oportunidad de votar el próximo 6 de noviembre. Eso no es una casualidad. La propuesta del ELA Soberano se diseñó precisamente para ser una alternativa de convergencia para esa mayoría de puertorriqueños que rechazamos la estadidad y no negociamos nuestra identidad nacional.

Utilizar el ELA Soberano como punto de convergencia nos permitiría lograr juntos una victoria que separados en nuestras tribus no tendríamos ni la más mínima oportunidad de lograr. Para lograr esa convergencia tenemos que tener la sabiduría de aceptar que ninguno de nosotros tiene un monopolio sobre la verdad. Las diferencias de criterio no van a desaparecer, pero podemos trabajar juntos para adelantar una causa común que es crucial e irrenunciable – la afirmación y defensa de la nación puertorriqueña. Vayamos a las urnas a defender nuestra existencia y nuestro futuro como país latinoamericano y caribeño. Reclamemos nuestro lugar en el mundo. Caminemos juntos hacia un futuro de orgullo, paz y prosperidad. El primer paso es unirnos en un voto masivo por el ELA Soberano, nuestro proyecto de convergencia política y unidad nacional.

viernes, 8 de junio de 2012

Decapitemos al Dragón Asimilista


Llegó la hora que tenía que llegar. Tenemos ante nosotros la oportunidad histórica de propinarle una derrota importante, que bien pudiera ser definitiva, al dragón asimilista que representa una continua amenaza a la existencia misma de la nación puertorriqueña. Ese dragón tiene dos cabezas. La cabeza más débil del dragón es el sector conservador y federalista del PPD, que a pesar de controlar actualmente la cúpula de ese partido, a todas luces representa sólo a una ínfima minoría de su base. La otra cabeza del dragón, la más fuerte, se encuentra en un momento de debilidad y vulnerabilidad que no debemos desaprovechar. Se trata del PNP y el movimiento anexionista. Ese enemigo declarado de nuestra nación ha cometido un grave error, ha puesto el cuello sobre la piedra.

El PNP diseñó un proceso plebiscitario que, pensaban ellos, estaba hecho a su medida. Al igual que los líderes conservadores del PPD, el liderato anexionista asumió que la aplastante derrota electoral del PPD en el 2008 significó un claro rechazo del pueblo puertorriqueño al ELA Soberano o cualquier concepto de libre asociación. Calcularon ellos que sacando al ELA territorial del medio en una primera ronda plebiscitaria prepararía el camino para una cómoda victoria de la estadidad frente al ELA Soberano y la Independencia en la segunda ronda del plebiscito. La cúpula del PPD, controlada por conservadores colonialistas, lo entendió así también, por lo que rechazaron desde un principio la opción del ELA Soberano. En un intento por mantener la unidad en su partido de cara a las elecciones, el PPD adoptó una posición oficial para con el plebiscito que no es una cosa ni la otra, sino que es un simple escape. Han instado a todos los populares a votar por el Sí en la primera pregunta del plebiscito como un voto de castigo al Gobernador Luis Fortuño, obviando el significado de ese voto según definido en la papeleta plebiscitaria. También le pidieron a sus huestes que se abstengan de votar en la segunda pregunta. Según las instrucciones impartidas por el liderato del PPD, el voto de un popular por el Sí en la primera ronda del plebiscito no deberá considerarse como un voto a favor de que se mantenga el actual estatus territorial. Queda por verse si, una vez concluida la consulta, algunos líderes colonialistas y federalistas de esa colectividad querrán interpretar esos votos por el Sí como mejor les convenga.

Así las cosas, ambos partidos se han llevado una gran sorpresa. Todas las encuestas recientes indican que el pueblo puertorriqueño favorece al ELA Soberano sobre la estadidad y la independencia. No sólo eso sino que, con excepción de una encuesta de El Vocero, en cada encuesta que se ha publicado se ha ampliado el margen de ventaja del ELA Soberano sobre la estadidad. Esto ha puesto a temblar a colonialistas y anexionistas por igual. Al sector conservador y federalista del PPD, esto les confirma su peor temor. Simplemente, están desconectados de su base, dirigen un partido que no conocen, que les resulta extraño, alienígeno. El pueblo popular no comparte el miedo paralizante que parece embargarlos a ellos. La base del PPD está lista para un cambio fundamental en la relación de Puerto Rico con los Estados Unidos y los actuales líderes colonialistas del partido son un estorbo.

Los anexionistas del PNP, por otro lado, parecen estar en una pesadilla horrorosa de la cual no pueden despertar. Nunca les pasó por la cabeza que este plebiscito, diseñado por ellos con la malicia del que tiene poder absoluto para hacer y deshacer a su antojo, pudiera virárseles en contra, como una cobra, y herirlos de muerte. Ahora no saben qué hacer ni dónde meterse. Algunos líderes de ese partido han querido abusar del poder que tienen para cambiar las reglas del juego a mitad de camino. Quieren cambiarle el nombre a la opción del ELA Soberano, quieren que la papeleta diga que es una modalidad de la independencia, o ambas cosas. Si los dejan ponen en la papeleta que Dios va a castigar al que vote por el ELA Soberano. Lamentablemente para ellos, una movida deshonesta como esa tendría para Luis Fortuño y el PNP un costo político enorme en las elecciones generales. Dudosamente van a estar dispuestos a sacrificar sus posibilidades de reelección en noviembre.

El escenario está preparado para una victoria gloriosa de la nación puertorriqueña sobre aquellos que quisieran verla por siempre de rodillas y mancillada. El dragón está gravemente herido, pero sigue siendo peligroso, y por lo tanto seríamos muy torpes si desaprovecháramos la oportunidad de rematarlo. Eso es lo que haríamos tanto con la abstención como con cualquier acto para dañar la papeleta plebiscitaria. Ambas cosas equivalen a dejar que el dragón se levante para que nos pueda dar batalla otro día. Eso no es lo que vamos a hacer los soldados de la patria. Nosotros, con la bandera borinqueña en una mano y en la otra la espada, vamos a decapitar al dragón.